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sábado, 28 de septiembre de 2013

RELIGIOSIDAD COMPULSIVA



¿Católico practicante? Pues no te sabría decir. ¿Católico? Pues quizás sí, pero por imperativo legal. ¿Practicante? No, no se poner inyecciones, es lo que hace el practicante de mi pueblo, además de curas corporales de poca importancias. Hoy me levanté con dudas sobre mi inclinación religiosa, simplemente porque por más que lo intento, no consigo recordar haber tomado ninguna decisión al respecto. Puestos a blasfemar, no recuerdo la última vez que utilicé la opción religiosa con fines coherentes.
Podría haber elegido el camino del laicismo, pero ahora que legalmente tengo edad de decidir. El problema es que eligieron mis padres por mí cuando me bautizaron. Creo que es así como funciona. Puede que no esté bien dicho así, rectifico, mis padres eligieron una religión para mi idéntica a la suya. La que habían elegido sus padres para ellos y los padres de sus padres y así hasta aburrir. Lo fácil seria pensar que es una cuestión de fe pero no lo creo, es lo que los religiosos les gustaría que pensáramos. Se trata más bien de costumbres ancestrales. Yo solo tengo fe de que me paguen religiosamente a final de mes o de que mi equipo de futbol no la vuelva a cagar.
No pretendo evidenciar nada, ni renegar de la religión que se me ha impuesto ¡DIOS ME LIBRE! Simplemente con no practicarla, deja de ser el rompecabezas este que  estoy montando.
Los católicos se supone que tienen su iniciación con el bautismo. Por norma general este sacramento se obtiene al poco tiempo de nacer, hecho que dificulta la elección personal del mismo. Pero ¿y la comunión? Es el siguiente paso y el que me ha empujado definitivamente a estas típicas reflexiones absurdas que me invaden con asiduidad.
La incongruencia del comportamiento humano, motivado por su cerebro, es como la tontería, infinita. En sus distintos significados. Tanto en la falta de congruencia que implica una falta de lógica en el comportamiento como en la eficacia de la gracia de Dios, que obra sin destruir la libertad del hombre. Para que se me entienda, la gente esta chalada. Me encuentro con padres que afirman que sus hijos no quieren tomar la comunión. Con siete años esos niños han tomado una decisión que les acompañara el resto de su vida. No lo estoy criticando, solo me pregunto si estarán preparados a esa edad para decidirlo. Bueno es que aprendan responsabilidad pronto, pero me suena más a una decisión paterna. O por lo menos, condicionada por los padres. Padres que a lo mejor bautizaron a ese niño, pero que con la madurez que se alcanza a la edad de siete años, el niño ha decidido tomar el camino laico. Por una regla de tres simple, ese niño tendrá problemas si decide casarse por la iglesia. Por supuesto, con siete años está convencido que en el futuro si decide tener pareja, también será atea. Nada de eso, dotado de tal inteligencia madura, el niño sabe de sobre que todo se puede cambiar si le da la gana. Puede ser católico y reconvertirse para ser musulmán, por poner un ejemplo. O lo más fácil, en la modalidad “religión católica”, existen las actualizaciones. Lo que me lleva a la segunda parte de mi reflexión.
Creo que se trata todo de un negocio. De buen rollito y muy bien pensado. Puedes bautizar a tu hijo (no esperes que decida el), puedes decidir que tome la comunión o dejar alegremente que lo decida con siete u ocho años, confirmarse o incluso desposarse con celebración religiosa. Hagas lo que hagas y decidas lo que decidas, ya sea el implicado o los responsables paternos, te costara una pasta gansa, salvo raras excepciones que solo pertenecen a la rumorología. Sin ganas de entrar en detalles, solo diré que la versión más cara es la de boda sin actualizaciones anteriores. Aquí no vale el recurso piratilla de actualización, pero por un módico precio hay curas que te actualizan para que puedas utilizar el programa “boda por la iglesia 3.0”.
En fin, para concluir diré que antes he mentido. Si que recuerdo la última vez que utilice la opción religiosa y fue en el bautizo de mi hija pequeña. Ahora no le preguntare si quiere tomar la comunión, no sea que en un arrebato de inteligencia a temprana edad, me diga que no quiere tomar la comunión. Si me dice que no, me privara de un tremendo despilfarro y  gasto desproporcionado, típico en estas ocasiones y que a mí me dan tanto gozo. Por el amor de Dios, no me perdonaría a mí mismo  saltarme la opción de gastar a lo tonto.

lunes, 23 de septiembre de 2013

PEDAGOGIA ADOLESCENTE



Hace más de veinte años, siendo aun un adolescente, empecé mi andadura en el mundo ferroviario. Joven y alocado. Alejado de la familia y de mi tierra natal. Más o menos como la mayoría de mis compañeros. Estábamos en una etapa de la vida en la que el significado de civismo lo aprendías cotidianamente, en nuestro, caso sin demasiada colaboración paterna desgraciadamente.
Era fin de semana y volvíamos a casa desde Madrid en un tren de aquellos que llamaban cariñosamente  “borreguero”. Era el más barato y el más divertido. Tenía compartimentos para descansar y pasillos para hacer el energúmeno. Allí mismo estábamos, cuando oímos el taladro del Interventor que se iba acercando pidiendo los billetes. Cuando estuvo a la vista dijo uno de nosotros:
          -¡Que viene el pica!
Aquel hombre con aire marcial, propio de un Legionario y con una gorra de plato impecable, igual que su uniforme, señaló a un niño pequeñito que jugaba con su madre para decir visiblemente enfadado:
          -A ese niño le permito que me llame “pica”, para ustedes soy el señor Interventor en Ruta.
Ojala se me hubiera tragado la tierra. Que bochorno pase y que miedo. Lo miraba y como si estuviera viendo al Sargento de la Guardia Civil de mí pueblo. En aquel momento me administré una buena dosis de civismo asimilándola poco a poco utilizando la educación que había recibido ¿Una anécdota? Para mi fue algo más.
Cosas de la vida, pocos años después yo trabajé como Interventor en Ruta. Lo hice durante más de diez años y no recuerdo ninguna vez que alguien me llamara señor Interventor en Ruta. Normalmente era el “revisor” o el “pica”. También oí vocablos rebuscados como “tiquetador” o “billetero”. En el mejor de los casos era simplemente el Interventor que para mi era todo un piropo. Durante esos años fui testigo en primera persona de la degradación del civismo. Mis principales problemas en el trabajo solían darse con grupos de adolescentes desbocados. Normalmente eran situaciones provocadas por su comportamiento y la falta de respeto. Por ejemplo, realizando la intervención, encontrarme un grupo de chavales sentados, mientras dos ancianos de pie, coordinaban movimientos para aguantar el traqueteo del tren y las voces desproporcionadas de aquellos jóvenes. No estaba dentro de mis obligaciones laborales pero si dentro de mis obligaciones morales. No podía aguantarme y tenía que decir algo. Entonces empezaban los problemas. Era el blanco de todas las actuaciones incívicas de estos desalmados. Ninguna grave ni condenable, pero suficientemente incisivas para no ignorarlas. No quiero generalizar, no eran todos así, menos mal. Aprendí que ante estas situaciones lo mejor era no ponerse nervioso o por lo menos, que no se te notara. Disimula y actúa con firmeza o estas acabado, ese era mi lema. Vaya chapuza de lema, nunca conseguía llevarlo a la práctica. Alguna vez me pregunté si mi forma de actuar guardaba relación con lo que me pasó con aquel señor con gorra de plato ¡perdón¡ con el señor Interventor en Ruta de RENFE. Si era así, tenía que empezar a cambiar porque nunca me funcionaba aquella frase cuando la utilizaba yo, seguramente porque no tenía aire marcial ni gorra de plato, vete a saber. Con los años se fue haciendo más difícil dominar estas y otras situaciones parecidas. Al final me rendí, era complicado ser educado y poner buena cara mientras me insultaban a mí y a mi familia.
En estos últimos años la convivencia social y el respeto han sufrido muchos cambios. Es normal, la sociedad ha cambiado. No hay que tirar la toalla, puede que no sea demasiado tarde y podamos infundir la moral correcta o por lo menos adecuada a nuestros jóvenes para afrontar el futuro. Tranquilos, tenemos la ayuda de Internet, las redes sociales y la televisión o también lo podemos combinar todo mientras nos vamos de “botellón”.
Así sí.

viernes, 20 de septiembre de 2013

AQUEL VERANO Capitulo 5



En el pueblo todos conocían el camino de los cipreses. Lo llamaban así por los monumentales cipreses que convertían un tramo de camino en el lugar más fresco en las sofocantes tardes de verano. Altos y frondosos provocaban a sus pies un anochecer antes de tiempo. El camino conservaba el suelo húmedo todos los días del año, ya que el sol no llegaba nunca a tocar el suelo.
Sin embargo, para Abundio no era más que el calvario. Intercaladas entre los cipreses, había unas casetas como campanarios en miniatura con una cruz en lo más alto. En una ventana profunda, se podían ver pegados al fondo, unos ladrillos de cerámica. En los ladrillos se podían ver imágenes decoradas que representaban pasajes conocidos de las sagradas escrituras. La madre de Abundio era muy religiosa y los recuerdos más frescos que tenia de ella, trataban temas sobre la iglesia. Así pues, solía contarle como antiguamente los feligreses de la parroquia, caminaban por el camino deteniéndose en las casetas a rezar. Rezaban por los sufrimientos de Cristo, decía su madre. En algunas casetas se podía leer grabado el nombre de alguna persona importante del pueblo.  Justamente la caseta del calvario que tenia la imagen de Cristo arrastrando la cruz, llevaba el nombre de Genaro el boticario. Los caprichos del destino quisieron que la hija del boticario, Luciana, se casara con Ernesto el de la Maruja.
Fue Ernesto el que obligo a don Antonio el cura a proteger las imágenes de las casetas del calvario, ya que más de una vez aparecían destrozadas a pedradas. Don Antonio estuvo durante dos semanas, agazapado durante horas entre las casetas, para pillar al culpable. Allí engancho a Ernesto piedra en mano, dispuesto a culminar otra de sus travesuras. Lo llevó hasta su casa a rastras, tirando de la oreja. Cuando llegaron, la oreja de Ernesto parecía un filete de carne recién cortado. El cura sabía que este iba a ser el mayor castigo que recibiría,  pues sus padres estaban curados de espanto. Eran tantas las veces que llegaba a casa con alguien tirando de su oreja, que ya no hacían mucho caso. Lo dieron por imposible desde muy pequeñito.
El verdadero calvario para Abundio lo tenía frente  sus ebrios ojos. Con la borrachera que llevaba, se convertía en un reto enfilar las calles cuesta arriba hasta llegar a su casa paterna. Calles cubiertas con desiguales adoquines, algunos de ellos relucientes y resbaladizos. Tiempo atrás, los adoquines eran más toscos y ásperos, pero el aumento en el pueblo de vehículos con ruedas de goma,  los pulió y los hizo brillantes. Por lo menos eso es lo que decía Anastasio el señor alcalde, para justificar los numerosos resbalones por los que recibía queja.
Inicio la marcha con paso firme, pero la desigualdad de los adoquines, convertía cada pisotón en un desequilibrio pronunciado. Era la estampa de un pato mareado con patas de distinta longitud. En una de las imágenes de su calvario particular tenía que torear a Ernesto el de la Maruja. Este, desde hacía  tres años, se pasaba los primeros días que Abundio estaba en el pueblo instigándole. No le tenía miedo, pero cuando Abundio se separaba de la protección de su amigo El Gorgo, se sentía frágil ante algunos acontecimientos del pueblo.
Años antes, Abundio tuvo un idilio con Luciana, la hija del boticario cuando aun no se había casado con Ernesto. Un encuentro tan volátil como el alcohol que debió ingerir Abundio aquel día. No duro ni la semana entera que paso aquel verano en el pueblo. Tan insignificante y extraño que lo olvido antes de partir de nuevo a la ciudad a trabajar en la fábrica. Para Luciana no fue lo mismo, se le quedo más enquistado. Oía decir muchas veces a su padre lo buen partido que sería casarse con el hijo de la Aurelia. Dos años después del corto romance de Abundio con la Luciana, esta se caso con Ernesto a pesar de que muchos pensaron que ella podría haber encontrado algo mejor. La verdad es que ella no fue muy agraciada cuando se hizo el reparto de hermosura y además rebosaba carnes y excedente de tocino, por cada pliegue de su ropa. Bueno, lo decían algunos del pueblo, otros aseguraban que era una oveja descarriada y resultaba facilona. La intersección de diversos factores y la mala suerte provocaron que acabara en cinta, preñada por Ernesto, lo que les obligo a casarse. Después de casados, el novio se entero del lio que había tenido su mujer  con Abundio, unos años antes. Se convirtió en una obsesión amargarle el verano a Abundio, siempre que estuviera lejos de la protección de sus amigos. De nada servían los intentos de Abundio por explicarle que solo fue un roce si importancia y que la única mujer que él tenía en mente era la chica polaca que marcho del pueblo con sus padres adoptivos hacia años. La mayor parte de los chicos del pueblo que rondaban edades parecidas, habían tenido el mismo roce sin importancia con la Luciana, lo que cabreaba aun más a Ernesto. No podía asimilar que el chico más malote del pueblo había sido cazado por la moza mas repasada. Pero ¿Por qué iba a por Abundio? Nunca lo entendió.
Abundio recorría su calvario con una única cosa en su cabeza, la cama. Hablando solo, pero sin hablar. Pensando en voz alta sin entenderse a sí mismo. No podía enlazar palabras completas. Cuando llego al cruce de las cuatro calles, como todos los años, le esperaba el hijo de la Maruja. Con su ropa niquelada como si se tratara del típico chico formalito que aun viste su madre. Normalmente le esperaba en este cruce para atacarle con sus casi inocentes insultos y alguna que otra leve colleja. Pero aquel verano, todo parecía diferente. Abundio, que no atinaba a caminar en línea recta, se paro delante de él, le miro y sin cruzar palabra, le vomito encima. Continúo su sinuoso camino hacia la cama y allí quedo Ernesto estupefacto y con la ropa maloliente, viendo como se alejaba Abundio.
Por fin, consiguió tumbarse en la cama. Saco un pie por un lado y lo apoyo en el suelo en un intento de parar aquel carrusel. Todo daba vueltas. Como ya había descargado la cerveza en la ropa de Ernesto, no pudo evitar un breve momento de inocente lucidez. Se quedo observando las formas que se proyectaban en la pared, debido a una luz que entraba por la ventana. La luz del reloj nuevo del campanario incidía en los cristales de la lámpara, produciendo diversas formas abstractas que se podían ver en la pared.
Comenzaba entonces el habitual recuerdo que tenía de Alenka, antes de conciliar el sueño. Aquella chica que se fue llevándose su vitalidad, su corazón y como solía decir El Gorgo, su sonrisa. Sintiéndose un paralitico sentimental, recordó su voz, que parecía el suave y modulado trino de las Cheras cuando volaban en grupo. Suave y estridente a la vez. Sus rubias coletas y su fina piel de tono claro, muy frágil si se exponía mucho tiempo al intenso sol de verano. Sus grandes ojos también claros cubiertos por unas grandes pestañas, desproporcionadamente negras. Tenía los brazos delgados y elásticos y unas piernas larguiruchas pero esbeltas. Un sentimiento intenso y extraño que cada día convertían el alma de Abundio en una completa ruina.
Como llevaba años haciendo, gritando en el silencio más absoluto y notando un vacio en el hueco donde se aloja el corazón, cerró los ojos confiando en seguir recordándola mientras dormía.

Continuara….

jueves, 19 de septiembre de 2013

SERA POR TONTERIAS

En la rotonda donde acaba Almacera, hay un cartel publicitario gigante de color rojo en el que se puede leer “Media Mark polígono El Manar a 5m” ¿A 5 que? ¿Minutos? Vamos a ver, suponiendo que el siguiente semáforo de la gasolinera este en verde y también el que hay en Casas de BARCENAs. Suponiendo que pases la rotonda del cementerio de Meliana a la primera porque no venga trafico de Moncada y después no pilles bajado el paso a nivel. Si pillas bajado el paso a nivel, que no pase muy lento el tren. Si también pasas a la máxima velocidad posible las trampas de los pasos de peatones en la zona de Foios, o sea a 20 Km/h si no quieres volar o romper el coche. Si además de eso consigues llegar, por la ronda paralela a la carretera de Barcelona, hasta el cruce de los que bajan de Naquera sin encontrar ningún tráiler o camión cerrándote en las Rotondas. Si pasas el cruce de Naquera a la primera,  llegas a la rotonda del Polígono y no viene ningún coche de la autovía paralela a la playa. Y si además no hay cola en el McAuto. Con todas estas circustancias a favor, ni siquiera yo lo consigo. Ni cuando conducía un Alfa Romeo y algún amigo llamaba LENTO  a Carlos Sainz comparándolo conmigo, hubiera hecho este recorrido en cinco minutos.
¿Publicidad engañosa? Donde esta AUTOCONTROL  por una publicidad responsable. O quizás se han equivocado al medir. No puede ser, lo habrán calculado con complejas formulas matemáticas. Tampoco, es más fácil que sea idea de algún tiparraco de esos de marketing que habrá dicho “Tu pon 5m, la gente que sabe. Con lo bien que queda en el cartel”. Vete a saber. Y como siempre tu me dirás ¿a mí que mierda me importa eso? Siiiiiii, efectivamente, no te importa una mierda. Lo lamento, espero que hayas invertido menos de 5 m en leerlo, si no es así, deberías empezar a leer más, aunque sean tonterías como esta. 
Aun siendo tonterías mías, también puedo asegurar que Yo No Soy Tonto. Bueno, a lo mejor.

Foto- Media Mark por supuesto, hay que ser tonto para no verlo.


domingo, 15 de septiembre de 2013

SOSPECHOSO HABITUAL



Recuerdo un dicho que empecé a oír en mi pueblo hace muchos años. Era aquel de “todos los tontos tienen suerte”. Una expresión que utilizan los “envidiosillos” para consolarse tras ver la buena suerte que tenían  otras personas. Años después, voy a hacer oficial la teoría que tumba este dicho. Yo siempre he pensado que soy un poco tonto, incluso otros puede que lo piensen, sin embargo tengo una mala suerte que te cagas, de ahí mi teoría de que esta frase no se le puede dar categoría de refrán ni nada parecido. Vale, quizás las malas rachas, me hacen ver solo lo malo y no pienso en las buenas cosas que también me da la vida, incluso las que podrían ser la envidia de otros que me ven como el tío más afortunado del mundo. Sí, pero de esas no voy a hablar porque aunque algunas son intensas, a mi me gustaría que fueran más (como a todos, no te fastidia).
Me voy a centrar en la mala suerte que he tenido a lo largo de los años con los agentes de la ley  y sus cositas relacionadas. Y tú me dirás - ¡a mí que me importa! Y tienes razón, pero en ese caso porque sigues leyendo, vete a dormir y pasa de mi ¡melón!
Bien, ahora que ya somos menos, voy a empezar con la lista de situaciones absurdas de esta índole que he vivido a lo largo de más de 20 años, hasta mitad de septiembre que me ha pasado la más rocambolesca. Reconozco que algunas me las merecía por ser un poco gamberro, pero incluso  algunas las que recuerdo son tan raras, que he pensado que si las contaba nadie me creería. Solo se trata de un ejercicio para retrasar, si se puede, la llegada del Alzheimer, aunque me gustaría encontrar a alguien que pudiera demostrarme que ha tenido peor suerte que yo en este tipo de situaciones. Eso me reconfortaría y lo convertiría en “mal de muchos, consuelo de tontos”.
Me voy a remontar hasta la época en que me convierto en mayor de edad, con una vida envidiable, lo considerare el origen o hasta donde alcanzan mis recuerdos cenizos.
Joven, un trabajo que te cagas, casa propia y coche. Maldito coche, un flamante Alfa Romeo. Perfecto para una vida social concordante con la edad que tenia pero que llevaba escrito en un lateral PROBLEMAS CON LA PASMA. Vuelvo a repetir que merecía mucha de la mala suerte que sufría, pero lo que me revienta es la forma como las sufría. Con aquel coche realice como 4 o 5 pruebas de alcoholemia, con resultado negativo en todas pero solo por el hecho de hacerlas a la ida. A la ida de Puzzle, Barraca, Arsenal. Si hubiera sido a la vuelta no se qué hubiera pasado. Lo curioso es que recuerdo las preguntas absurdas de los agentes de la ley ¿Ha bebido? ¿Dónde va tan deprisa?  A ver que me voy del tema, estoy hablando de situaciones con agentes de la ley voy a ser más concreto en los prolegómenos. Resumo, 4 o 5 controles de alcoholemia, mas de 15 sanciones por exceso de velocidad, otras tantas por  faltas relacionadas con vehículos que conducía, otras sin vehículo,  unos cuantos registros completos de coche en controles de carretera, otros registros sin carretera y sin coche, citaciones judiciales de risa, citaciones judiciales para acojonarse, reprimendas verbales, sermones de agentes que sirvieron para evitarme una  sanción merecida y un sinfín de chuminadas que me obligan a pensar en dos cosas,  una mala suerte persecutoria y por lo visto, una inevitable cara de sospechoso que no puede desaprovechar cualquier agente de la ley que se me acerque. Lo de la mala suerte puede que solo sea cosa de estadística (tanto va el cántaro a la fuente…) pero lo de la cara de sospechoso lo pienso por otras razones. Por ejemplo,  porque veo a las cajeras del supermercado coger los billetes gordos de la caja y meterlos por ese tubo que absorbe, casualmente siempre que me acerco yo,  porque veo a los fruteros salir a la calle si me paro  cerca de su fruta de la calle, porque en todos los controles policiales me paran incluso ahora, que  conduzco un coche familiar y llevo sillas homologadas para niños y porque tantas situaciones desafortunadas con la ley, me empujan a tomar medidas cuando me huelo algo (quitarme gafas de sol para que se me vea bien, bajar del coche, señalar claramente que llevo puesto el cinturón y cosas por el estilo) y seguramente eso me hace parecer más sospechoso. Pero ¿sospechoso de qué?, si yo no hago nada malo. Rectifico, yo no hago nada malo con intención. Pienso que tengo la mala suerte de que siempre están alrededor de mi vida y por verme cara de sospechoso,  rebuscan y rebuscan hasta que me pueden coger por algo. Después de que relate algunos casos concretos y sin demasiados detalles, habrá quien piense que lo que solo soy un cenizo parcial, yo creo que soy un cenizo total. Un cenizo completo, cenizo Comansi. Ya he dicho lo que intento, no quiero compasión (Dios me libre) pero sí que me gustaría que si alguien es capaz de superar en número y calidad a mis absurdos líos con agentes de la ley, me lo haga saber para descojonarme un rato.
Ahí van algunos sin demasiados detalles para no aburrir.
Registro completo de vehículo, con desmontaje parcial de volante en uno de ellos, dos veces en el mismo viaje de Valencia a Xeraco viajando con mi madre en el asiento del copiloto.  Una postal que levanta sospechas indudablemente. Yo y una señora mayor en el asiento de al lado pienso que es la situación más sospechosa y peligrosa que se puede ver en un control policial. Ahora que alguien imagine lo que pensaba mi madre, mientras levantaban alfombrillas y desmontaban salpicaderos.
Citación judicial por cobrarle un billete doble a un conocido sinvergüenza de Meliana, ya fallecido. Es lo más lógico, acudir a un juicio para defender que cumples con tu trabajo y al final acabar casi condenado porque el juez consideraba que la falta era mía.
Denuncia por exceso de velocidad en Sueca dirigiéndome al entierro de mi Padre. Solo supere 3 o 4 KM por encima del límite, pero solo sirvió para recibir el pésame del agente. La multa la fui repasando después con mi padre fallecido de cuerpo presente. No es válido como excusa para despistarse y superar unos pocos Km el límite de velocidad.
Reprimenda humillante de un paleto policía local mientras conducía un tranvía repleto de gente en el cruce de Primado Reig. No hay excusa para decir que no ves a un policía local haciendo aspavientos, a 100m, en un día de lluvia intensa y con el cruce totalmente colapsado de coches. Con cientos de coches alrededor, cientos de peatones con paraguas, el parabrisas del tranvía totalmente empañado, tienes que ser gilipollas si no te das cuenta que un policía local, lejísimos, te está haciendo señales justamente a ti.
Parar en un control dirección Meliana y volver a parar 15 minutos después en el mismo control, dirección Valencia. Es tiempo suficiente para alterar la relación espacio-tiempo del hueco que deja libre el chiquitito cerebro de picoleto. Con cariño lo digo.
Registro callejero con anotación de DNI por parte de dos policías locales cuando iba a comprar pan a una panadería cercana al Cabañal. De nada sirvió ir de uniforme y tener el tranvía aparcado en doble fila en la parada de Doctor Lluch. Cometí el delito de atajar por la calle Progreso. Si no se puede cruzar por esa calle, deberían tapiarla o algo así.
Un montón de tonterías vividas. No son todas por supuesto, pero no quiero extenderme más. Según vaya recordando otras, igual hago una segunda parte.
Finalizo con la ultima que me paso hace unos días en la que dos agentes del SEPRONA con aspecto intelectual, me denunciaron por pasearme con mi hijo con una caña de pescar a medio montar o lo que es lo mismo, inoperativa, por una zona en la que yo ignoraba que estaba prohibido pescar. O sea, me denunciaron por NO pescar donde  estaba prohibido pescar.
Los agentes de la ley tienen unos extraños poderes mentales con los que son capaces de ver el delito antes de que se cometa. Esto me suena, creo que hay una película, estará basada en hechos reales.
Ya basta hasta que recuerde más. Puede que sea mala suerte, que me lo busco o que parezco sospechoso. Por favor, ayúdenme en el reparto de sanciones. No me parece bien cargar yo solo con todo esto.