Bueno, bueno, quiero acabar el año a mi estilo,
braseando. Quiero despedir el año con el buen rollo que me caracteriza y con
esa típica amargura que me endosan todos los que no me conocen de verdad.
Estos son días de reuniones familiares, comilonas,
reparto de virus estomacales y contagio de constipados, que por norma general,
nadie escapa con facilidad. Personalmente me encuentro incluido en ese grupo
bendecido con la gracia divina de contar con un trabajo, más o menos “estable”.
Doy gracias cada día señor Rajoy, por favor escuche mis plegarias. Mi mensaje
para acabar el año va dirigido a todas esas personas que están en mi situación
y cada día, además de dar gracias por esta bendición, se esfuerzan por
conservarla. También quiero decir a la señora ministra de trabajo, que esto no
es una queja, solo es un suspiro de opinión en un huequecito que he tenido.
El caso es que después de trabajar el día de Nochebuena
hasta las diez y cuarto, cené con la familia que me esperaba en casa, me
levanté para trabajar el día de Navidad por la mañana, pero a la comida
familiar típica de ese día, ya no me
esperaron porque llegue a las cuatro de la tarde. No pasa nada, comí
tranquilamente mientras el resto miraba o se comía el postre y prontito a dormir. Por recomendación del
ministerio de fomento, hay que descansar, sobre todo porque el día 26 tenía que
levantarme a las cuatro y media de la madrugada.
Cuando todo parecía ser malo, el día 29 por fin puedo
estar en una de esas comilonas pero sin alargarla mucho y obligatoriamente
light, puesto que entro a trabajar a las
diez de la noche. Pero nada, yo me sigo sintiendo afortunado. Incluso hoy, día
31, porque trabajo esta tarde y voy a tener la suerte de llegar a tiempo para
comerme las uvas, si ceno deprisa claro. En cualquier caso, sigo dando gracias
porque me levantaré a las seis de la mañana para seguir manteniendo,
afortunadamente, este trabajo bendito. Ya ni siquiera me preocupa que el día de
la cabalgata de reyes también trabajare por la tarde, para llevar a casa a
todas las familias que han acudido a ver a sus majestades de oriente. Espero no pillarlos entrando por el balcón de casa la madrugada del día 6, porque tendré
que levantarme temprano para trabajar otra vez. Insisto, no es una queja. Pero si ahora una persona hace el trabajo
que antes hacían
tres personas y ganan menos sueldo ¿Dónde está la ventaja de la reforma
laboral? Que conteste el empresario si se atreve, en cualquier caso, yo sigo
agradeciendo mi situación.
Feliz año para todos, menos para los políticos. Los que
se han enriquecido arruinándonos, los que nos toman por gilipollas y los que
aun siguen chupando del bote. Para todos ellos, les deseo una cena de ortigas
crudas sin levantarse de la mesa hasta acabar el plato.
Ale, me voy a currar sin rechistar. Como si me hubiera
tocado la lotería.