Pues sí, estaba pensando que
en estos días de Pascua no tengo ganas de trabajar. No tengo ganas de leer, ni
de escribir, ni siquiera de escuchar música. Estoy asqueado. Estoy harto de
todo lo que hace meses me inspiraba y me ponía mucho, políticos corruptos, Bárcenas,
sindicatos y sindicalistas sinvergüenzas. No puedo más, quiero irme al monte
con la familia y disfrutar de estos días primaverales con buen clima. A ser
posible algún sitio amplio donde sea complicado oír a los niños discutir. Eso sí,
me gustaría un imposible, que me lleve alguien. De todas las cosas de las que
estoy harto, la que mas harto estoy es de conducir. Quiero ir de paquete, de
copiloto o sentado atrás. No quiero saber por donde tengo que ir, ni cuantos kilómetros
faltan. Si llevo bastante gasolina o tengo que parar en la siguiente
gasolinera, o a partir de esta, dos más. Si tengo que coger la M40 o la M30.
Por la salida de La Coruña o la de Burgos. No quiero escuchar esa maldita voz
femenina del GPS, porque no se explica bien, diga lo que diga me pierdo. Quiero
mirar por la ventana y ver el paisaje, pero tampoco ir en tren. En tren ni
pensarlo quiero. No quiero transbordos, ni cambiarme en Madrid al Talgo
Pendular que va a Oviedo (si existe aun). Ni viajar toda la noche en un expreso.
Ni coger el metro para ir al zoo. Ni el
autobús para ir al parque de atracciones. No quiero hacer nada, quiero ser ese
abuelo que recogen en la puerta de casa y le llevan por ahí, si necesidad de
saber dónde. No me refiero a que me recojan en la puerta y suba con muletas
para que me lleven al hospital o al especialista, que también llegara, pero
para eso no tengo prisa. Quiero que me lleven por ahí, pero que me lleven, me
da igual el lugar siempre que sea a disfrutar. Créeme, cuando oigo la pregunta
en el anuncio ¿te gusta conducir? Siempre siento la obligación de decir ¡NO!
El porqué de mi
animadversión es que el otro día desperté calculando kilómetros. Me puse a
sacar la cuenta desde que tenía 17 años y acabe mareado.
Empecé a esa edad viajando
en tren y durante tres años, viajando
desde ciudades del norte (Bilbao, Santander y Oviedo) hasta Valencia cada dos
por tres, en ocasiones para estar solo unas horas en el pueblo y volverme a ir
hacia el norte. Por Zaragoza, por Madrid. A veces directo, a veces cambiando de
tren en Tarragona, en Madrid, en Logroño. Cargado hasta arriba, haciendo colas
en taquillas, tirado a deshoras en andenes de estaciones exóticas de la
geografía nacional, total por estar unas horas con la familia, los colegas y la
novia. Que no digo que hiciera mal, en su momento ni lo pensaba, pero ahora se
me hace cuesta arriba. Sera la edad pero suma los kilómetros, a unos dos mil de
media más o menos cada viaje. Después de aquello y hasta ahora he trabajado día
si, día también, en el mundo de los trenes. Primero paseando y después conduciendo,
hasta la actualidad. Esta cantidad de kilómetros es incalculable. Ahora súmale
a todo eso, los kilómetros de coche que llevo a las espaldas, sin olvidar sumar
los de casa al trabajo día sí, día también. Estos sí que los puedo calcular
bien puesto que los marcaba el cuentakilómetros de los coches que he tenido. En
el primero fueron 200.000 Km, con el contador casi un año parado por avería.
Quizás los más ligeros porque se trataba de un Alfa Romeo.
El segundo fueron 100.000 Km
solo porque me salió rana. Y en el actual llevo más de 200.000 Km. A bote
pronto, llevo más de 500.000 Km solo en mis coches, conduciendo. Vale puede que
no sea mucho comparado con camioneros o comerciales de estos que van en su
coche, pero si le sumo todos los kilómetros de ferrocarril, me sale una cifra
importante. Vamos, yo creo que estoy ya en la última pantalla. Quiero matar al
jefe final y acabar la partida para empezar una nueva, a otro juego más ameno
si es posible.
Lamentablemente ese sueño
aun tardara en llegar. Solo tengo yo carnet de conducir en casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario