La terraza del bar empezaba
a quedarse vacía. Faltaba el primo Woody y El Gorgo para que aquella fuera la
típica situación diaria que vivían los amigos durante una semana en verano.
Todos marchaban a comer y se quedaban solos en el bar, alimentándose de los
panchitos y frutos secos que entraban con cada ronda de cerveza. El escaso
alimento sólido que ingerían normalmente, aceleraba notablemente los efectos
del nocivo alcohol.
Los dos amigos estaban
sentados de tal manera que parecían no conocerse, a pesar de estar en la misma
mesa. El Femi sacó su paquete de cigarrillos y dirigiendo la mirada hacia
Abundio, encendió uno. Guardó el paquete moviendo la cabeza hacia los lados en clara actitud
negativa. Miró hacia arriba y formó un gran aro con el humo, que enseguida destrozo
con un dedo. Volvió a mirar a Abundio e hizo el mismo gesto de negación con su
cabeza.
--Abundio, Abundio, amigo
mío—dijo El Femi expulsando por completo el humo de sus pulmones.
--¿Qué pasa Femi?—pregunto
Abundio con intención sonsacadora.
--Nada, nada.
--Algo pasa Femi—insistió
otra vez— ¿es por lo que te he dicho en relación a nuestra actitud?
--Déjame Abundio, no quiero
hablar de eso. Vete a saber lo que le has dicho al Gorgo que ya no ha vuelto.
Deberías saber que vive un momento delicado y has de tener cuidado con él.
--No he dicho nada malo
creo. Solo pretendo que nos demos cuenta del maldito estado de conciencia al
que hemos llegado. Todo lo que hacemos tiene que pasar por el bar. Beber y
emborracharnos cada día, parece ser nuestra única meta. Nos ponemos a prueba diariamente con este castigo insano, sin
fijar ningún límite. Experimentamos la posibilidad de aguantar lo inaguantable,
para no ser el primero en caer fulminado por el alcohol. Deberíamos reconocer,
quizás demasiado tarde ya, que hemos desaprovechado la mejor parte de nuestra
vida y lo mejor de nosotros se ha quedado por el camino.
El Femi parecía no hacer
caso a aquellas rebuscadas palabras de Abundio. Sentado de lado aun, observaba
detenidamente el cigarrillo entre sus dedos cada vez que lo alejaba de su boca,
expulsaba bocanadas de humo entremezclados con aros que creaba con un golpe
seco de su mandíbula.
Quedando aun medio pitillo,
lo tiró al suelo y lo pisó violentamente. Movió la silla situándose frente
Abundio y sin mirarlo, se puso a engullir a puñados los frutos secos que había
en un plato en el centro de la mesa.
--Femi, parece que no me
estas escuchando—le recriminó Abundio notándolo ausente y desinteresado.
Se quedaron unos segundos
mirándose y El Femi cogió todos los cacahuetes que llevaba en la mano y los
lanzó furiosamente sobre la mesa, haciendo que volaran por todos lados. Miro
fijamente a Abundio. Se podía ver claramente en su gesto facial, como la ira
iba apoderándose poco a poco del ligón.
--¡Por el amor de Dios
Abundio, voy a tener que ser yo quien te lo diga!—gritó El Femi, asustando a
Abundio.
--¿Decirme que?
--¡Que eres tonto Abundio!
¡Tonto y ciego! Después de tantos años sigues sin darte cuenta. Ahora vienes
con sermones sobre nuestras vidas, nos dices que no quieres seguir así, que
debemos cambiar… ¿Qué tenemos que cambiar? Nosotros no tenemos que cambiar
nada, eres tu el que parece tener un problema. Nosotros podemos ayudarte, pero no tenemos nada que cambiar, ni queremos
cambiar.
Hizo una pausa mirando
fijamente a Abundio.
--Escúchame bien, porque no
quiero que sigas con tus charlas y que te enteres de una vez. Alguien tiene que
decírtelo.
--¿Decirme que?—Dijo Abundio
con cierta inseguridad y visiblemente sorprendido.
--Pues la realidad de todos
estos años y que te niegas a ver. Cada año
esperamos tu llegada al pueblo con ilusión. Con la ilusión de pasar una
semana divertida, de las fiestas del pueblo y de lo que sea, solo porque no nos
vemos más en todo el año. Lo más importante y que no te enteras es que te
escuchamos. Escuchamos tus lamentos cuando nos describes lo triste de tu vida
en la ciudad, de tu trabajo. Aguantamos, como hacen los amigos de verdad, tus
cansinas plegarias de amor hacia Alenka. Respetando tu nostalgia hacia el vago recuerdo que tienes
sobre Alenka. Si, bebemos y bebemos como los peces en el rio. Tratamos de que
te lo pases bien y te alegres, bebiendo y haciendo bromas como la que acabo de
hacer ¿y tú qué haces? Nada, te pasas la semana en plan serio y amargado. Que
si Alenka esto, que si Alenka lo otro ¡ Pero si nunca tuviste nada con ella! Podrías
intentar conocer a otras chicas para que se te pase esa tontería, pero bebes
demasiado y acabas empeorando tu existencia, creyéndote tu mismo que Alenka es
una enfermedad incurable. Has tenido más de una vez la oportunidad de conocer a
chicas, que de seguro te harían olvidar y yo mismo las he visto marcharse
agotadas por tu amargura o cansadas de insinuarse sin éxito. Hace tan solo un
momento, casi te ha vuelto a pasar con Carla. Esa chica, que esta como un tren,
ha venido aquí contigo porque ha querido ella. Yo no he tenido nada que ver y
me dio el bofetón porque se me ha resistido. Normalmente no me tengo que
esforzar mucho para engatusar a las chicas, pero Carla no dejaba de interesarse
por ti con preguntas y al ver que se me resistía me he excedido con mis
insinuaciones. Por eso me arreó el bofetón. Por poco la cagas otra vez, suerte
que se han marchado antes de que metas la pata, si no lo has hecho ya, veremos
si aparece esta tarde en el rio. No me extrañaría que cambiara de opinión y
decida no ir al rio, para no tener que
aguantar como la ignoras. No eres más tonto porque ya no hay ningún nivel
superior de tontería.
Abundio parecía estar
noqueado ya. Escuchaba con atención y perplejo, la facilidad y soltura con que
le hablaba El Femi, incapaz de defenderse o alegar alguna replica.
--Y lo que es peor—continuó El
Femi—vienes hoy con sermoneos sobre nuestro futuro y nuestras vidas, cuando
solo es la tuya la que te preocupa. Nunca te has interesado por nuestras vidas el
resto del año. Lo que es nuestra vida fuera de la semana que estas aquí, parece
que no te importa mucho. Ni siquiera has preguntado por lo que le ha pasado al
Gorgo este invierno. Pasas de Woody, que ya sabemos que se comporta como un
niñato alocado, pero es tú primo y pasas de él. Solo piensas en ti, pero eres
nuestro amigo y cada año disfrutamos de tu compañía, a tu manera, pero lo pasábamos
bien. Pero si este verano has venido para quedarte, te recomiendo que empieces
a olvidar esos sermones y te preocupes más de lo que te rodea. Tienes que dejar
de pensar en ti solamente y en tu supuesto amor incomprendido por Alenka, que
pareces un chalado. Y recuerda siempre que ante todo somos amigos. Los amigos
se apoyan y defienden entre ellos, no se reprochan y sermonean, recuérdalo.
Ahora me voy, nos vemos después en el rio o antes aquí en el bar, si es que
quieres venir.
Sin mirarlo siquiera, con la
mirada perdida que era lo que mejor sabia hacer, se quedó solo en la terraza
del bar. Estupefacto por la sinceridad de El Femi e intranquilo por El Gorgo ¿Qué
sería lo que había pasado ese invierno?
Abundio se vio invadido por
una confusión amarga y compleja. Incluso con alcohol, notaba sentimientos
nuevos. No entendía muy bien porque, pero estaba seguro que aquel verano, podría
hacerle comprender muchas cosas que llevaban tiempo confundiéndolo. Ya sabía
que su principal enemigo era él mismo y no el alcohol o sus recuerdos.
Por lo menos era otra buena señal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario