Este utensilio fue mi
herramienta de trabajo durante más de quince años. Día tras día me acompaño en
el trabajo en Bilbao, Oviedo y Valencia durante todo ese tiempo. No, no son
alicates para cortar naranjas, es lo que utilizaba para taladrar los billetes de
miles y miles de personas que viajaron en aquellos trenes donde yo trabajaba
como Interventor en Ruta.
Fueron tiempos de anécdotas divertidísimas
como aquella cuando mi amigo Manue se manchó de cal y no fue porque no le
avisaron de que no se arrimara a la pared que se iba a manchar de cal, de cal.
O la Mari Loli. Y aquella chica que consiguió que fuera al parque a hablar con
las palomas, porque las palomas me hablaban y me decían de su amor. O aquella
otra que le gustaba el reggae y las bananas. Éramos una pareja feliz, aunque se
despertaba y me tiraba el despertador. Cuando le preguntaba a Maruja. Le decía--
Maruja cuéntame porque las chicas no tienen pilila--.
Grandes anécdotas pero que
ya son muy conocidas porque se han contado un montón de veces. Las anécdotas
verdaderamente buenas que tuve, eran las anécdotas ferroviarias, pero no sé lo
que me pasa que no tengo gracia para contarlas.
A lo mejor si me visto de
friqui y las cuento cantando, tienen más gracia.
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