Casi ya no recuerdo aquellos tiempos en que podías viajar en tren y la gente hablaba, leía libros o hacia sudokus y sopas de letras. No creo que sea un problema de memoria porque no hace tanto tiempo de eso, unos pocos años. En un viaje a Bilbao en tren, podías llegar a conocer gente diversa, algunos tocaban la guitarra, o leían y comentaban contigo sus autores preferidos o simplemente charlabas de la vida y la experiencia de vivirla. En un viaje corto de metro o cercanías, reías las gracias del nene que tenias sentado enfrente, le hacías carantoñas, aguantabas a la señora que se sentaba a tu lado y te contaba cansinamente la grave enfermedad de la señora que iba a visitar al hospital, siempre con el respeto que merecía cada situación, el murmullo de los viajeros te obligaba a hablar más alto para entenderte con alguien y cuando notabas que disminuía casi hasta el silencio, sabias que debías sacar el billete porque se acercaba el Interventor.
Todo
esto lo pensaba hace unos días cuando viajaba de pie en un vagón de metro
abarrotado, mientras miraba a mí alrededor. Mi psicoanalista me recomendó que no
pensara tanto, pero es que aun no he acertado con ningún método, siempre
intento buscar la lógica de las cosas y lo único que consigo es cabrearme por
la absurdez humana a la que nos ha empujado el mismo sistema y de la que
intento salir porque yo también estuve infectado. No soy un antisistema, soy un
desconfiado inconformista que siempre busca respuestas argumentadas,
antes de dar por hecho las cosas que no me cuadran. No obstante, soy consciente
que el principal problema lo crea la necesidad de la sociedad y que
generalmente nos vemos empujados a ciertas cosas por obligación social, para
evitar ser excluido, un inadaptado o simplemente ser un bicho raro para
aquellos que su nivel cultural no alcanza para una definición más respetuosa. Esta especie de ser humano, últimamente se reproduce a una velocidad
vertiginosa.
Los humanos,
sin distinción de razas, sexo, religión o lo que sea, en salas de espera, viajes en tren y cosas por el estilo, pasabamos el rato leyendo, haciendo sudokus y crucigramas y lo que nos
molestaba era que viniera algún pesado a desconcentrarnos. Luego pasamos a ponernos
auriculares y usar mp3, muchas veces porque evitaba que esa minoría de pesados
y brasas nos molestaran, si no era el caso, nos quitábamos un auricular y respondíamos
o simplemente gritábamos para hablar porque con los auriculares y la música
alta, daba la sensación de que no te oías.
Después
llegó la telefonía móvil. Un gran invento, aunque dudo que al principio nadie
fuera capaz de vaticinar que marcaria un antes y un después de nuestra
existencia en el planeta. Ahora alguno pensará que me estoy olvidando de
internet, que en ese momento ya existía, de acuerdo, pero debe quedar claro que
en ese momento la existencia de internet aun no era un bien de primera
necesidad. Me refiero a ese momento en que sonaba una especie de ladrillo
gigante que llevabas enganchado en el cinturón, con una de las seis melodías
que tenía el teléfono-ladrillo que te habían regalado por un corte de pelo. Que
decir si sonaba cuando estabas rodeado
de gente y contestabas a voces explicando el lugar exacto donde te encontrabas,
con un volumen de voz que en algunos casos no hubiera sido necesario ni pagar
la llamada, puesto que se te podía oír desde muy lejos.
Cada
vez era más normal tener un teléfono móvil, mas barato realizar llamadas y más molón
llevar uno modelo más pequeño. Si a eso le sumamos la posibilidad de enviar
SMS, ya fue el no va más.
Ahora ya
vamos a empezar a olvidarnos de sopas de letras y crucigramas, teníamos conversaciones
absurdas, ligoteos y SMS comiéndonos las vocales al escribir, lo que como mínimo
ya creaba una barrera para aquella mujer que te iba a contar lo mala que estaba
su amiga ingresada. Esa es la parte buena si se quiere ver así, la mala es que
pronto la mayoría empezamos a necesitar gafas, por lo menos para coser.
En ese
momento aun había sitios que te pedían el teléfono y no admitían numero de móvil
porque llamarte aun era caro, aunque llamar tu ya empezaba a ser barato.
Llegaban
SMS raros, cruces de llamadas, perdiste a la novia o encontraste novio gracias
al móvil y sus ventajas. Poco a poco se fueron incorporando casados a la moda y
no solo tenían el móvil de empresa, también el suyo particular. Empezaron a
divorciarse, ellos y ellas, menudo mundo nuevo para explorar, acabo de conocer
un tío de Salamanca que me ha llamado por error y este fin de semana he
quedado. Luego era un “krako” pero da igual, ya estábamos atrapados por las
emociones fuertes sin necesidad de tirarnos en paracaídas.
Un día
ya no hizo falta que te llevaras el mp3, enchufabas los auriculares al teléfono
y estaba la música. Pudiste hacer fotos, videos y pasárselas al colega o
follamig@ vía bluetooth.
Después
llego internet al móvil, bestial, ya no hace falta bluetooth, te lo mando por
email y además, te mando enlace y con el navegador del móvil, entras en la web
para consultar.
A estas
alturas ya quedaban cuatro en cada vagón de metro con una amena conversación en
persona o leyendo, el resto ya iban a lo suyo. Claro, con tantas ventajas, un
telefonito tan pequeño es un incordio. Pues venga, vamos a empezar a aumentar
el tamaño de pantalla. Pero, la tarifa de datos para el móvil es cara y me los
pulo enseguida viendo fotos de tetas en internet. Nada, bajamos el precio y si
te pasas te sableo. Mejor, te lo regalo con las llamadas, así puedes utilizar las
redes sociales sin problema
--¿Redes
sociales, eso que es?
-- ¿No
tienes facebook aun? ¡Qué pringao! Una cosa donde el más analfabeto se puede
crear una cuenta y puedes dar pena o envidia, según el momento, a todos los
amigos que tengas
-- ¿…?
--Claro
tonto, tú pones fotos que no interesan a nadie, las comentas o actualizas tu
estado contado como estas, aunque no le importe a nadie. Luego a la gente le
gusta o le gusta, bueno, también tendrás agregados como amigos en la cuenta, algunos
raritos que nunca dicen nada de tu estado o fotos.
-- Solo
tengo unos pocos amigos y no tienen ordenador ni móvil.
--No
hombre, son amigos del facebook, te envían solicitud de amistad y tú la
aceptas.
En mi opinión,
este es el momento en que se pierden los papeles. El sistema ya ha conseguido
que tengas una necesidad. Para los que se resisten, les obligan a realizar todo
tipo de gestiones administrativas o similar desde internet, vendiendo la moto
de que es mucho mas cómodo y comprándola tu cuando compruebas de que si, es más
cómodo. Ya no te puedes escapar, solo hay que marear con tarifas, celulares de última
generación, incorporar a Apple al mercado del móvil y a lavar cerebros difíciles.
Los tontos ya los tienen atrapados en el facebook, con fotos de pies y
compartiendo absurdeces, esperando poder llegar a los 25 “Me gusta”.
Después
llegaron el resto, Line, twiter, instagram, whatsapp, etc., etc., etc.
Qué triste
aquella imagen que vi aquel día en el metro. Todos mirando su teléfono móvil,
algunos enseñándolo a la persona que tiene sentada al lado y esta enseñándole el
suyo. Un niño con pañales toqueteando los muñequitos del whatsapp, mientras su
madre aguanta el teléfono. Chicas, chicos, de todas las edades y mientras yo
pensaba –mírales, un día yo fui como ellos, gracias a Dios ahora solo forma
parte del pasado—
Créanme,
se puede salir de la tontería, no es fácil. Incluso yo sacaba mi teléfono para
mirar la hora y era lo único que no miraba. No lo critico, bien utilizado puede
ser otro entretenimiento mas como lo eran los sudokus. La versatilidad de estos
aparato, permite incluso hacer sudokus con ellos, pero con la globalización y
perdida de privacidad que suponen estas cosas, la tontería se está apoderando
de todos. Me da vergüenza reconocer que hubo un día que yo también lo hice, lo
de la retahíla de fotos de las vacaciones o de la paella del fin de semana,
pero por fin he abierto los ojos y he visto la realidad, no la ficción provocada
por las redes sociales.
Observen
a su alrededor, esto ya no es una moda, creo que es un problema y como
cualquier toxicómano, no encontraran a muchos que lo reconozcan.
Yo he
salido, desinstale todas esas cosas del Smartphone y aunque no borre todas las
cuentas que un día tuve, ahora me siento más libre. Ya comienzo a hablar de
persona a persona y ahora sí que me cabreo de verdad cuando hablo con amigos
tomando una caña y alguno no me contesta.
Un
consejo, deberíamos tener cuidado con nuestros hijos, no creo que sea bueno
para su futuro que siempre nos vean con el móvil o que les enseñemos nuestras tonterías
del móvil. Es un consejo para los que aun estén a tiempo, para otros ya será
tarde.
Para todos
nosotros, hubo un día en que esto comenzó. El teléfono móvil es una buena
herramienta, incluso para todas estas cosas de las redes, pero si se pierde el
control puede ser un problema, generalmente un problema mental. Los que han
conseguido mantenerse al margen o los que han salido, mi más sincera
enhorabuena. Para el resto, suerte, hay una vida más allá de tu teléfono o
tablet, ojala la encuentres y seas feliz.
PD. —Roberto
Carlos cantaba aquello de que quería tener un millón de amigos y así mas fuerte
poder cantar, pues no tiene más que abrirse una cuenta en facebook. Un millón o
más si se esfuerza en su foto de perfil.
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