Estoy sufriendo un letargo en mis pensamientos sin precedentes. No solo
los pensamientos utópicos, a los que
intento aferrarme cuando me veo sin fuerzas para continuar adelante. Una
somnolencia tan prolongada, que me está debilitando hasta el punto de creer que
nada vale la pena. Vacio, con una pelotita dentro del pecho que golpea en los
bordes con cualquier movimiento brusco. Un vacio que antes rellenaba con mis
cosas, mis paridas, alguna que otra ilusión y como no, de una utopía cien por
cien personal. Si bien me compensa averiguar que alguien se da cuenta del
parón, no consigo arrancar una marcha normal de la ironía que me caracteriza,
que básicamente es la gasolina para el motor de mis ensayos utópicos.
Tengo varios ensayos a
medias. Una novela cutre, pero una novela al fin y al cabo, parada algunos capítulos antes del desenlace,
que por cierto ya lo tengo escrito; aunque sea en manuscrito. Por lo menos tres
entregas de “COMO MOLA MI TRABAJO” incluida una sobre las unidades 3900, empezadas,
paralizadas y sin ilusión por acabarlas.
¿Qué está pasando? Me lo
pregunto cada día y la respuesta siempre es la misma. Es lo que ya ha pasado
otras veces, me respondo intentando convencerme de que solo es pasajero. O me
busco alguna excusa como por ejemplo, que sufro un letargo sacramental debido a
la inminente primera comunión de mi hija y a la cual me opongo por diversas razones
que ya expliqué en algún momento. Quizás busque el lamento y compasión incondicional
de otros, pero también lo descarto porque se de sobra la gente que me aprecia y
no necesitan compadecerse de mí; aunque pocos, los tengo cuando los necesito.
La clave está en el
pensamiento, tanto pensar no siempre es bueno. Te pones a darle vueltas a todo,
cruzas las cosas y acabas provocando cortocircuitos, luego estás con los plomos
quemados una temporada.
Llega un día, como cualquier
otro día, y oyes algo que a priori parece insignificante, incluso es una reacción
o respuesta a algo que tú dices sin intención concreta. Entonces empieza una reacción en cadena dentro de tu
cerebro. Pensar, pensar, pensar, una cosa te lleva a la otra, una ficha tumba
la que tiene a su lado, está a la siguiente y un simple golpecito en la
primera, hace caer todas las fichas. Ahora toca volver a colocarlas todas, bien
ordenaditas, incluso mejor si se puede. Es necesario un final para que tener un
nuevo comienzo.
Sin duda, se puede ser
infeliz teniendo todo lo que otros desearían, solo es necesario que alguien te
lo recuerde en el momento oportuno y en el sitio adecuado. Luego, tu solo
tienes que pensar, pensar, pensar y pensar, para acabar descubriendo que es
cierto. Pero eso tiene fácil solución, la felicidad perfecta es la que cada
individuo necesita y no tiene que coincidir con la de otros, esa es la
felicidad de los necios y para eso, prefiero ser un infeliz.
Debería salir más, también me
lo estoy pensando…
No hay comentarios:
Publicar un comentario