Hace unos días, viendo una
antigua foto, tuve un retraso temporal de la realidad, que me hizo reflexionar
otra de mis utopías. En la foto se ve un engendro mecánico que circula por
carriles ferroviarios. Mi reflexión no estaba dirigida a lo que en ella se veía,
sino al alma de la foto. Recordaba cuando en casa sacábamos la bolsa de fotos y
nos poníamos a escarbar. No teníamos álbum, todas las fotos que mi madre
guardaba, estaban en una bolsa de plástico transparente. Siendo pequeño (y no
tan pequeño también), siempre iba a buscar la foto del automotor, para acabar
siempre de forma parecida; mi madre contando alguna historia de cuando fue
guardabarrera o la historia de alguien del entorno ferroviario. Un día la foto
desapareció, pero no estaba pérdida solo olvidada, ya que mi hermano en algún
momento le dio por clasificar, ordenar o llámalo como quieras y esa foto paso a
ser de su control. Menos mal, porque la acabó escaneando y repartiendo a todos.
Si no hubiera sido así, si que estaría perdida. Esta y otras cosas parecidas
posiblemente provocaron que yo acabara trabajando en esto del tren. Pero en el
fondo podías darte cuenta de que ella contaba las historias con una sutil doble
intención. Era como decir que contaba con un trabajo honrado y que además podía
llegar a ser incluso divertido. Encima era digno, porque era merecedor de ello,
se lo ganaba día a día. Tenía dignidad.
Años antes, mi padre fue uno
de los “esclavos” que, cargado con el pico, trabajó para construir ese camino
de hierro por el que circulaba el automotor de la foto. Por una mísera paga,
picaban la vía de sol a sol y cuando se podía, porque igual tenias hoy, pero
mañana se lo daban a otro. De la misma manera, el día que no lo tenía, buscaba
otra cosa. Siempre con la misma finalidad, sacar adelante la familia. Trabajar
y trabajar, para ser merecedor de lo que le daban a cambio. Poco, pero ganado
honradamente, con dignidad. Estoy seguro
que en su interior pensaba que era merecedor de algo más para compensar su
esfuerzo, pero en aquella época no había más. El proletariado y la clase
obrera, aunque pudieran pensar, no podían hablar. Y aun pudiendo pensar, solo
conocían lo poco que podían ver frente a ellos, el hecho comentarlo o incluso
opinar, podía ser peligroso. La
inmensidad restante era un pozo gigantesco de ignorancia al que no tenían
acceso.
Y yo ¿Qué soy yo? Sin duda
he mejorado. Pero como mi vecino, que su padre era albañil; el dueño de la
papelería, que su padre trabajo de jornalero o el director del banco, que su
padre fue administrativo. Lo normal. Pero seguramente a todos les queda algo de
ilusión, autoestima, amor propio, animo, orgullo, confianza o lo más
importante, dignidad. ¿Cómo demonios me han quitado la dignidad? Pues la
respuesta es bien sencilla, por discrepar con lo que no me parece justo.
Mientras veía como me robaban la vida y mi futuro, me preocupe demasiado en que
no me robaran mi libertad y mi pensamiento. Un escalón por encima de mi padre.
El seguro que lo pensó, pero en aquella época, por miedo, era recomendable
permanecer en el rebaño. Pensar en silencio las injusticias que veía,
tranquilamente y con resignación.
La ignorancia es la que
desearían muchos mandatarios en la actualidad para todos nosotros. Ya lo decía
el refrán—Ojos que no ven….caguera de gos que chafes---No te puedes imaginar la
veces que he pensado cambiar mi actitud. Pasar de todo y mirar hacia otro lado.
Vivir sin enterarme de nada como obligatoriamente ocurría entonces, es muy
complicado. Ahora es un bombardeo constante de información y es imposible escapar a la realidad.
A pesar de todo, renuncio y me integro en el
rebaño.
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