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sábado, 10 de enero de 2015

AQUEL VERANO Por motivos tecnicos, estaremos detenidos unos minutos.



Hay días que, por lo que sea, cojo carrerilla y sigo con la novela, pero de repente ocurre algo que me hace perder el hilo. Esto suele ser, ¡papá el desayuno!, vámonos al cole, papa la comida, cari no va internet, papa arregla el ordenador, pégame este juguete, tienes que imprimirme esto, papa la cena, tienes que comprar pan, voy a jugar una al Candy, no entiendo este problema, papa, papa, cari que me sale error de no sé qué o ahora ya no puedo porque me tengo que ir a conducir un supositorio por el culo de Valencia. Vamos, lo normal de una vida en mi situación social y necesariamente implícita en mi pasatiempo favorito.
Alguien ha leído algo de Stephen King, yo no mucho, pero por lo poco que conozco, en sus novelas suelen haber escritores inmersos en la historia, protagonistas o no. Todos los que recuerdo, escriben en una casa en el campo, normalmente solos, con su máquina de escribir con un taco gordo de folios escritos en un lado de la mesa. Solo recuerdo uno de esos escritores protagonistas que también se va a escribir a un lugar solitario, en concreto un hotel que cierra en invierno, pero se lleva a la familia con él. No te digo más, acaba poseído y persiguiéndolos con un hacha por todo el hotel.
Ahora me dirás—eso es una excusa—si, es una excusa y barata además. Pero total es una excusa para los dos que siguen la novela de AQUEL VERANO, para el resto, como si no hubiera dicho nada.
Así queee…

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