Antes de continuar con la
serie de “Como mola mi trabajo” creo conveniente, no confundir con obligado,
hacer una pequeña aclaración. Posiblemente alguien que haya leído algunas de
las partes pueda llegar a pensar--¡este mantecao no para de quejarse!—Resulta
cansino repetir tantas veces lo poco que me importa lo que piense nadie, pero
mis historias tienen tanto, tanto éxito, que las leen solo tres o cuatro y
encima me conocen. Por eso quien quiera verlo como una queja, pues que se apañe
porque para mí es un ensayo mas; tan absurdo como todos los otros. Esta serie
ni siquiera es utópica y no lo es porque sé perfectamente de lo que hablo. No
es inventado, ni imaginario, domino perfectamente el tema que trata.
Soy consciente, basándome en
la triste realidad, de que cómo literato soy un “chapucillas”, tengo menos
futuro que un entrecot en la mesa de Falete. Por eso, como conozco bastante
bien mi trabajo después de 30 años con lo mismo, he decidido plantearme una
serie de ensayos. Ensayos sociológicos, tecnológicos y de otra índole, basados
en mi trabajo cotidiano de cada día. En resumen, una serie de parrafadas y
absurdeces, vistas desde el punto de vista más irónico posible, o sea el mío.
Mi forma de ver las cosas, basándome en las fuentes más exactas de que
dispongo, la antigüedad, la observación y una facilidad pasmosa para el
análisis, con la única intención de llevarlo todo a mi terreno. Siempre con
ánimo de no ofender a nadie y si alguien se ofende, pues dos faenas tiene, solo
le queda la segunda, porque en ningún momento será mi intención.
Lo peor, y esto sí que es
una amenaza, voy a seguir con la serie. Voy a seguir gracias a la oportunidad
que me brinda este bendito trabajo, que no sé cuánto tiempo más me permitirán
seguir realizando y que en el pasado me
alimentó con anécdotas divertidas. Carente de este tipo de satisfacciones y con
una edad que imposibilita alternativas laborales, pues no hay mas donde rascar.
Estos ensayos absurdos no
serian posibles si no trabajara en una red ferroviaria pensada, organizada y
dirigida por gente que no tiene ni idea de ferrocarriles. Ayuda mucho también
que sea metropolitana y muy sofisticada, diseñada para una utilización
intuitiva y sencilla para el público en general. Con un material móvil, o sea
trenes, unidades, como quieras llamarlos, creados por gente que no los va a
conducir y ni pensarlo de preguntarles, porque ellos sí que entienden y no
sería lógico hacerlos bien. Dudo incluso si pensaron en las personas que iban a
viajar en ellos, pero eso da igual, podrán consultarles dentro de muchos años
ya que algunos ya están invernando en su interior por lo frio que sale el aire
acondicionado.
Una empresa de transporte
ferroviario donde los que realmente operan con los trenes, ya sea manejándolos,
orientándolos por la vía adecuada y recaudando el dinero de su uso para un
mantenimiento adecuado; son los que menos pintan dentro de ella y ojito no me
levantes la voz. Bendito neoliberalismo, que nos ofrece la oportunidad de
amasar dinero, esclavizando a subordinados. La otra parte de la empresa, el
bloque más poblado, lo forman oficinistas y directivos.
Aquí quiero hacer un
paréntesis. Sin duda, los directivos y su entorno cercano, son los que más
inspiran mis ensayos. Son ellos, expertos ferroviarios de academia, los que han
logrado todo ese milagro, un moderno
metropolitano envidiado en el mundo entero. Pero ese merito no se les puede
atribuir solo a ellos, no me extrañaría que detrás de ellos también hubiera
algún político “supermegaexperto” en el transporte ferroviario, que también
aportó ideas.
Como apunte, quiero recordar
los primeros días después de llegar las novedosas unidades 3900, siendo yo
interventor en ruta. Una mañana cualquiera, realizando mi reconocidísimo
trabajo, viajaban en mi tren unos cuantos guripas de estos trajeados. Como es
normal, no me hicieron ni puñetero caso, cosa que me alegro. Iban de pie al
final y llegando a Rafelbuñol se acerco el del traje más bonito y me dijo:
--¡Que chaval! ¿Qué te
parecen estos trenes?
--Bueno, no están mal, muy
nuevos—contesté yo, obviando los típicos fallos de estreno, aire muy frio,
música muy alta, etc.
No satisfecho por mi
respuesta, volvió a insistir:
--Ahora sí que vais a
trabajar bien.
¿Sabes esa serpiente
venenosa que te ve, pero pasa de ti? Pues no fue así, me dio tres segundos para
pensar y mordí.
--¡Estoooo! El anuncio de
parada que hay arriba de la puerta ¿está en valenciano o castellano?—pregunte
haciéndome el tonto, una de mis especialidades.
--En valenciano por
supuesto—me contestó muy serio el trajeado..
--¡Ya imaginaba!—contesté,
mirando al cartel que indicaba Rafelbuñol—Pues en valenciano, creo que no
existe la ñ que se puede leer ahí.
El acabose, casi cogen un
taxi para volverse más deprisa a solucionar el problema, en el gabinete,
despacho o vete a saber el sitio que se tuvieran que dar las ordenes para
cambiar aquello. Era algo que la mayoría de trabajadores ya habíamos visto,
hacíamos bromas incluso, pero el cabeza pensante de turno ni se le pasó por la
cabeza; seguramente disfrutaba de algún ascenso.
Situaciones como esta o como
tapar la ventana de socorro con publicidad y que también hemos visto todos
menos ellos, alimentan mi imaginación.
Después de haber sido
engañado, apaleado, esclavizado, ignorado, vejado y otras cosas más, poder
reírme un rato es un privilegio al alcance de pocos.
Justamente por eso y poco más,
digo--como me mola mi trabajo--.
No hay comentarios:
Publicar un comentario