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sábado, 7 de febrero de 2015

COMO MOLA MI TRABAJO 9 Que susto



En el último reconocimiento médico que tuve, me hicieron un electro de esos para comprobar cómo tengo el corazón. Afortunadamente no había ninguna anomalía, pero a pesar de eso, hay días que me siento como si tuviera el corazón en un puño. ¿Cómo lo diría? Ese día que por lo que sea, te sobresaltas con facilidad. Ese día tranquilo de principio de marzo y que de repente explota un petardo fallero, que no esperas, muy cerca de ti.
El otro día me sentía así. Al cambiar de cabina en Marítimo, a mitad de camino pego un resoplido el tren, a la altura de los compresores que casi se me para el corazón. Me recuperé del susto y sentado en la cabina, un viajero golpeo de repente el cristal de la ventana y me hizo saltar del asiento. Al levantarme para ver que quería, pulsé con el pie sin querer, el silbato gordo del tren, pegando un bocinazo que me despeinó.
Con la señal en verde, arranqué con el espejo abierto, mirando al andén. Al cerrar el espejo, pego un golpetazo el cristal que casi me muero del susto.
Antes de llegar a Ayora, se disparo un térmico haciendo sonar el aviso acústico de avería, muy similar a la sirena de un camión de bomberos. Lo silencie y enseguida sonó el aviso de la parada, a todo volumen dentro de la cabina, vaya susto, como si yo necesitara saber en qué parada voy a parar.
Llegando a la Alameda, sin esperármelo entro una llamada al tren tierra que me sobrecogió. Una vez en la parada, cuando había recuperado el latido normal de mi corazón, un viajero golpeo con la maleta la puerta de la cabina, con tal fuerza que casi la tira abajo.
Continúe viaje irremediablemente nervioso y entre Colon y Xativa, de la presión del túnel se abrió la puerta lateral de la cabina,  produciendo el sonido propio del apocalipsis.
Estacioné en Xativa, me tomé un poco de tiempo para respirar hondo, cerré las puertas y continúe el resto del viaje, tranquilo ya. Relajado y pausado, con el sonido constante, armonioso y placentero que produce llevar al niño más llorón del mundo mundial, situado justo detrás de la cabina y a la distancia exacta para que con su pie golpee la puerta incesantemente. Entonces pensé en ese sonido ensordecedor que me gustaría oír y que no me asustaría lo más mínimo. No me asustaría porque lo estaría esperando. Ese que produce un bofetón con la mano bien abierta que se merece su madre, la cual no deja de repetirle al niño--¡como salga el señor que conduce, verás!--

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