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sábado, 7 de febrero de 2015

COMO MOLA MI TRABAJO 8 Fenómenos y extraños



Como mola mi trabajo. Oye, de verdad, es una cosa que no te puedes hacer una idea. Además de ir en un supositorio por el culo de la ciudad, tengo la posibilidad de practicar como antropólogo esotérico. Cada día veo cientos y cientos de personas, incluso con algunos tengo la posibilidad de intercambiar diálogos, aunque suelen ser breves, reconozco que hay mucho fenómeno. 
Son como hormiguitas buscando comida, algunos corren y otros corren más. Como molan los que parecen que corren pero no avanzan, los que bajan las escaleras mecánicas de dos en dos peldaños, los que bajan despacito y con paso cansino por la escalera normal, teniendo a su lado la escalera mecánica en marcha. Como molan esos fenómenos que se quedan mirando la puerta del tren esperando que abra sola y cuando descubren que están en un Metro que mola más que todos los que conocen, intenten abrir la puerta pulsando un remache metálico que hay justo debajo de lo que parece una palanca para abrir la puerta. Anda que no mola el típico fenómeno en mitad del andén de la parada de Xativa, que te hace “aixina”, una señal con la mano para que pares porque quiere subir, igualito que haría con el autobús en la calle. No sé, a lo mejor piensa que las doscientas personas que hay en el andén, no hacen la señal con la mano porque esperan otro tren distinto. ¡Ah no, calla! Es que dos minutos antes ha pasado un tren que no ha parado y encima llevaba las luces apagadas ¡Vaya conductor inexperto, seguro que en el paro hay muchos que lo harían mejor! Vale, me mola la ironía, pero me revienta pensar hay más de uno en el andén que piensa esto que he dicho y puede que haga la señal con la mano para que no le pase, además seguro que es pariente de ese que siempre se mira el reloj cuando entras en el andén.  
Otra cosa que me mola mucho es llegar a Avenida del Cid como final de trayecto y ver a todos esos fenómenos que se quedan sentados dentro del tren sin moverse. Te acercas y dices—esto es final de trayecto, si quieren continuar  deben coger un tren con cartel de aeropuerto—como mola que se te queden mirando como si fueras un extraño, a pesar de ir con el uniforme y una chapa colgando con foto, de hace 20 años, pero una foto al fin y al cabo. Pero mola mas, al ver que te ignoran, preguntarles--¿Qué donde van?—y que se queden pensando, pensando… Entonces crees que no se pueden superar y te sueltan—al hospital de la virgen de no sé qué—o algo parecido que hace que tengas que esforzarte en no partirte el culo, porque ni siquiera saben dónde van, ellos se han subido a un tren que pasaba y luego ya…como si acabo en Albacete.
La experiencia me ha enseñado a lidiar estos diálogos de besugo, aunque siempre acabo metiendo la pata, por eso cuando me veo acorralado digo que llevo mucho tiempo bajo tierra y desconozco lo que hay en el exterior; lo cual tiene mucho de cierto.
Un montón de fenómenos extraños. Extraños porque no los conozco personalmente y que además, se comportan de manera extraña en ocasiones, aunque tengo que reconocer que no me extraña, porque en lo que debería ser un viaje metropolitano breve y normal, se pueden encontrar cosas muy raras y extrañas que escapan a una explicación lógica ferroviaria.
Hace poco escuche la opinión de un compañero sobre otro tipo de extraños fenómenos. Aquellos jóvenes que no ceden su asiento a las personas mayores, que vocean, irrespetuosos o el típico fenómeno que no pliega la bicicleta para subir al tren, por ejemplo. Y lo que molan esas bicicletas, que plegadas, son más grandes que las que no se pliegan. Pero en cualquier caso estos no serian exactamente los fenómenos de los que hablo, aunque extraños también,  la mayoría podrían derivarse de una falta de educación y civismo, incluso al desconocimiento. Como mola arrancar en Ángel Guimera y leerle los labios a alguno de los que baja y perdió el tren, por poner un ejemplo habitual del civismo y respeto que expresan muchos de los fenómenos que veo a diario.

A mí los que me molan de verdad son los fenómenos extraños y los fenómenos que hacen cosas extrañas, que consiguen que me vengan a la mente preguntas como--¿Qué hace? o ¿porqué hace eso?--.
 Mola mucho la señora que cruza la vía en Almacera mirándome, mientras entra un tren en sentido contrario. Como mola el fenómeno que corre y lo tienes que esperar, para después bajarse en la siguiente parada y cambiar de andén. Como mola estar cinco minutos parado en Avenida de Cid y tener delante de la cabina a uno de esos fenómenos que no paran de mirarte. Llega un tren por la otra vía que también va en la misma dirección y el fenómeno corre hacia tu tren, que lógicamente estarás unos cuantos minutos más parado, pensará que vamos a hacer una carrera de trenes y a mí me ve más dispuesto. Pero mola más cuando ese tren en la vía contigua ya está saliendo, en la misma dirección que tomarás tú y aun así, corren hacia el tuyo. Este otro pensará que voy a salir a rebufo del que acaba de salir, como molaría eso. Por no decir lo que molan esos fenómenos que se bajan y caminan por el andén hacia la pared o el túnel, en vez de hacia la escalera para salir a la calle. Los que no me molan tanto son esos fenómenos que cuando paras en medio del túnel, se quieren bajar en la oscuridad y como no abre la puerta, cambian corriendo a la puerta de enfrente a ver si esa abre. Pero estos fenómenos alcanzan el súmmum de lo que más mola, cuando al ver que en ninguno de los dos lados se abren las puertas, tiran de la alarma. No, no, eso ya no mola, lo que mola son los fenómenos que rodean al nerviosito y no dicen nada. Cualquiera dice nada, por menos de eso hay quien le perdonó la vida.
Quiero aclarar algo que concierne a otro tipo de fenómenos. Mola muchísimo encontrar una señal en rojo en mitad del túnel, mola un montón la confianza y seguridad que desprende entre los viajeros clientes,  fenómenos y los que no lo son también. El fenómeno mayor del reino es el que tuvo la sensacional idea de poner ahí la señal, en la oscuridad del túnel y no me mola pensar que seguramente consiguió un ascenso por ello.
Hay otros fenómenos, también extraños, que molan pero que ya los he tratado de manera concreta en entregas anteriores de COMO MOLA MI TRABAJO, pero definitivamente,  para fenómenos  los del aeropuerto. Estos, entre todos, son los que más molan de verdad. Son especie única, se podrían catalogar casi como los que más molan para un estudio antropológico. Los que más veces me generan la pregunta--¿Por qué?—Porque alguien que viene de viajar en avión, que ha pisado como mínimo dos terminales de aeropuerto, con todas esas complejidades que atemorizan a viajeros aéreos novatos, llegan al andén del metro y se transforman. Un andén, dos vías numeradas y mayormente, dos únicos destinos, una de las paradas más simples de toda la línea. Pues nada, todos perdidos. Los fenómenos cargados de ensaimadas de Mallorca, generalmente son los más avispados. Como mola estacionar y que estén todos preparados para entrar y no te dejen salir de la cabina, con lo grande que es el tren, todas las maletas se amontonan detrás de la puerta de la cabina en cuestión de segundos, tienes que ser rápido si quieres salir. Si eres rápido y sorteas estos fenómenos, justo en la puerta que da al andén, te atropellan otros tantos fenómenos que vienen corriendo arrastrando vertiginosamente sus voluminosas maletas. Como mola cambiar de cabina en aeropuerto y ver restos y trozos arrancados de maletas, debido a las cruentas batallas de sus dueños para acceder al tren. ¿Por qué corren, pensaran que se va a ir el tren solo? La respuesta es que aunque yo estoy presente (saliendo de cabina, caminando por andén, entrando en la otra cabina) todos me ignoran. Como mola verlos perdidos y caminar a su lado mientras le preguntan a la chica que limpia la estación. Pero mola mas acercarte para ofrecer tu ayuda y que te miren raro. Pasan de mí en general, de todas las nacionalidades, incluso los italianos en grupo con sombrerito de paja y que creen que no los entiendes. Todos miran el mapa de Línea 1, a que fenómeno se le ocurriría poner ese mapa en un tren de Línea 3 y justo enfrente de la puerta por donde todos entran en aeropuerto. Rara vez he visto entrar por una puerta que no sea la última a algún fenómeno en aeropuerto y rara vez al arrancar, no me ha salido por detrás uno o más, corriendo para subir. Al llegar todos de golpe y cuando es la hora de salida, de uno en uno que mola más.
Al cabo de casi 30 años, he llegado a una absurda conclusión. Tanto observar y observar, me ha llevado a clasificar a toda esa marabunta en dos tipos de especies. Lo listos y los que no lo son tanto. Podría haber utilizado el antónimo de listo, pero estaría faltando a la verdad. El simple hecho de no ser listo en mi clasificación, no significa ser tonto, hay diversos factores que lo condicionan. La ignorancia en el conocimiento del funcionamiento de algo, no te convierte en tonto. Yo no sé para qué sirven la mitad de las teclas del mando a distancia y eso no me convierte en tonto, aunque puedo reconocer que lo soy, pero por otras cosas y no por eso. Esos extranjeros, forasteros, clientes de primera vez, ancianos, etc., no son tontos; simplemente no es justo incluirlos en la ínfima lista de los listos.
En cualquier caso, listos o no, extraños o no, un montón de fenómenos necesarios para mi supervivencia.
Y también para mis absurdas reflexiones, por supuesto.

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