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sábado, 13 de septiembre de 2014

COMO MOLA MI TRABAJO 3 Reduceme



No sé si lo he dicho alguna vez, por si acaso lo vuelvo a decir ¡como mola mi trabajo! Y ahora se oye al fondo--¡como mola que tengas trabajo! Si es cierto, en los tiempos que estamos, el tener un trabajo ya mola, ya no te digo si además es un trabajo que mola. Mi trabajo podría parecerse a un cine-terracita de verano, pero en el que una persona lo hace todo, menos cobrar la entrada. No me mola pensar que me falta poco para eso también. No, no es un cine de verano, estoy en el gremio del transporte de viajeros, en ocasiones bestias rumiantes. De verdad, como mola mi trabajo, si lo comparas con el señor que maneja la golondrina en el puerto de Peñiscola. Como se puede comparar la cutre vista del horizonte marino, los borreguitos que forman la espuma de las olas y el asqueroso paisaje de los montes tierra adentro, con el epiléptico fogonazo que producen los tubos fluorescentes del túnel del metro y las gráciles formas hipnóticas que provocan los goterones de agua que se estampan en el parabrisas de mi súper molona unidad de tren articulado.
Sobre todo, mi trabajo mola un montón en fechas veraniegas, aunque como no está en la costa como Peñiscola (que no será por eso), al periodo veraniego lo llamamos reducido que mola mas. Espera, mola más llamarlo intermedio, pero no es en un programa de televisión  y para no confundir yo lo seguiré llamando reducido, como la mayoría.
 Como mola mi trabajo en periodo reducido, es lo que más y encima me pagan. Me pagan poco y tarde, que es la misma definición que dan algunos al sexo en el matrimonio, pero que yo no me puedo quejar por si acaso. Por si acaso dejan de pagarme, malpensados.
Como rezan los azulejos plantados en algunos comercios—LO MEJOR DE LA CASA SUS CLIENTES—si lo trasladara a mi trabajo, tendría el mismo significado. Sin duda, es lo que más mola de mi trabajo, pero ya lo he contado alguna vez.  Aunque siempre me dejo algo, algún día hablaré en exclusiva de los clientes de la parada de Aeropuerto, esos sí que molan de verdad y dan seguro para otra entrega. Por cierto se me olvido decir en entregas anteriores lo que mola el cliente que mete la cabeza en las paradas en el hueco que se forma entre el espejo retrovisor abierto y el tren, pero no diré lo que mola cerrar el espejo cuando esta la cabeza bien encajada. No lo he probado, pero tiene que molar. Molar de conjugación verbal y no relativo a dentadura, no sé si me explico.
Venga que me lio y no mola. Hablaba de lo que mola mi trabajo en verano y en periodo REDUCIDO. De normal, cada jornada la puedo desglosar básicamente en tres fases. La primera es la empanada, la segunda es la de adaptación y la tercera es la de estar hasta los cojones. Con los años he ido descubriendo que cada día lo podría resumir así. Aunque podrían desglosarse en las variables de cada fase, no vale la pena porque el fin viene a ser el mismo. Solo en periodo reducido, que mola un montón, varían un poco la manera como alcanzas lo que será cada fase. Hoy hablaré de las fases en periodo reducido.
La primera es instantánea, se llega en la primera media horita, más o menos, según el día en que estés, viene determina su duración. De normal es un apacible paseíto, un encuentro fugaz con gran cantidad de clientes en poco espacio y la oscuridad posterior. Ahí viene la empanada, durante un rato. Pero en periodo reducido mola mas, me da vergüenza hasta compararlo. En horario reducido mola muchísimo más. El apacible paseíto se prolonga un poco más, seguramente debido al disfrute de una agradable temperatura entre 30 y 50 grados bajo el sol de mediodía, una inmejorable espera de pocos minutos con una humedad relativa de un 95% para expulsar unas pocas toxinas que quedaran, según casos, clavadas en esa sensacional y fresca camiseta de tu uniforme.  Para acabar el éxtasis, pasas en breves segundos a una temperatura de menos de 20º que acabaran de desordenarte la sustancia gris para que vayas mejor empanado en la primera fase. Pues no veas lo que mola si entre los agolpados y felizmente apretados clientes que te encuentras de golpe, alguno suelta--¡Aparteuseeee, que te que canviar el chofer!—Antes había uno que siempre preguntaba si habíamos pinchado, pero hace tiempo que no lo veo. Ese también molaba mucho.
El paso a la segunda fase es paulatino, se va produciendo poco a poco. Te adaptas a la nueva temperatura, te acostumbras a ver los mogollones de clientes y sus meditados comportamientos, para acabar en un acomodamiento neuronal y cardiaco que dura más tiempo que la primera fase. Hay días que en esta segunda fase llegas a arriesgar y te vienes tan arriba. Tanto como para llegar a pensar que Metallica son unos moñas, a ver si rascáis más la guitarra que me duermo. Pero si no administras bien el esfuerzo  llegas demasiado pronto a la tercera fase. Eso si no te pasa una de las cosas que más molan de esta fase, la glaciación. Como mola el Aire Acondicionado a toda mecha disminuyendo tus constantes vitales y obstruyendo las fosas nasales. Si, lo puedes quitar, pero ya venía con escarcha cuando empecé la segunda fase.
La tercera fase, en el mejor de los casos, llega cuando ya van casi nueve horas arriba y abajo. Como mola no saber ni donde estas, a pesas de estar integro y sobrio. Puede que te pesen un poco los parpados, pero solo es el resultado de las circunstancias acontecidas en el letargo de la segunda fase. Se ha dado casos para estudiar como fenómenos paranormales. También para no normales, que es donde me suelo incluir yo. Se habla incluso de posibles abducciones extraterrestres. Compañeros que de repente han aparecido parados con su tren en una estación subterránea y no recuerdan nada de los minutos anteriores y despiertan de repente, debido a unas voces. Las voces de los clientes--¡Chofeeeer, las puertas las va abrir o que!—
Como molan las naves espaciales ¿Llevarán chofer también?
Como mola mi trabajo. Sobre todo ahora que acabo después de 9 horas y con el suspense de si seguirá habiendo vida en el planeta, porque por aquí abajo solo quedo yo a estas horas. Como molaría que nos hubieran invadido seres de otras galaxias. Un abrazo para los choferes de las naves espaciales y otro para el capitán de la golondrina de Peñiscola.
Que no se me olvide, un saludo también para mi psiquiatra que me está ayudando mucho.

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