No sé si lo he dicho alguna
vez, por si acaso lo vuelvo a decir ¡como mola mi trabajo! Y ahora se oye al
fondo--¡como mola que tengas trabajo! Si es cierto, en los tiempos que estamos,
el tener un trabajo ya mola, ya no te digo si además es un trabajo que mola. Mi
trabajo podría parecerse a un cine-terracita de verano, pero en el que una
persona lo hace todo, menos cobrar la entrada. No me mola pensar que me falta
poco para eso también. No, no es un cine de verano, estoy en el gremio del
transporte de viajeros, en ocasiones bestias rumiantes. De verdad, como mola mi
trabajo, si lo comparas con el señor que maneja la golondrina en el puerto de
Peñiscola. Como se puede comparar la cutre vista del horizonte marino, los
borreguitos que forman la espuma de las olas y el asqueroso paisaje de los
montes tierra adentro, con el epiléptico fogonazo que producen los tubos
fluorescentes del túnel del metro y las gráciles formas hipnóticas que provocan
los goterones de agua que se estampan en el parabrisas de mi súper molona
unidad de tren articulado.
Sobre todo, mi trabajo mola
un montón en fechas veraniegas, aunque como no está en la costa como Peñiscola
(que no será por eso), al periodo veraniego lo llamamos reducido que mola mas.
Espera, mola más llamarlo intermedio, pero no es en un programa de televisión y para no confundir yo lo seguiré llamando
reducido, como la mayoría.
Como mola mi trabajo en periodo reducido, es
lo que más y encima me pagan. Me pagan poco y tarde, que es la misma definición
que dan algunos al sexo en el matrimonio, pero que yo no me puedo quejar por si
acaso. Por si acaso dejan de pagarme, malpensados.
Como rezan los azulejos
plantados en algunos comercios—LO MEJOR DE LA CASA SUS CLIENTES—si lo
trasladara a mi trabajo, tendría el mismo significado. Sin duda, es lo que más
mola de mi trabajo, pero ya lo he contado alguna vez. Aunque siempre me dejo algo, algún día hablaré
en exclusiva de los clientes de la parada de Aeropuerto, esos sí que molan de
verdad y dan seguro para otra entrega. Por cierto se me olvido decir en
entregas anteriores lo que mola el cliente que mete la cabeza en las paradas en
el hueco que se forma entre el espejo retrovisor abierto y el tren, pero no diré
lo que mola cerrar el espejo cuando esta la cabeza bien encajada. No lo he
probado, pero tiene que molar. Molar de conjugación verbal y no relativo a
dentadura, no sé si me explico.
Venga que me lio y no mola.
Hablaba de lo que mola mi trabajo en verano y en periodo REDUCIDO. De normal,
cada jornada la puedo desglosar básicamente en tres fases. La primera es la
empanada, la segunda es la de adaptación y la tercera es la de estar hasta los
cojones. Con los años he ido descubriendo que cada día lo podría resumir así.
Aunque podrían desglosarse en las variables de cada fase, no vale la pena
porque el fin viene a ser el mismo. Solo en periodo reducido, que mola un montón,
varían un poco la manera como alcanzas lo que será cada fase. Hoy hablaré de
las fases en periodo reducido.
La primera es instantánea,
se llega en la primera media horita, más o menos, según el día en que estés, viene
determina su duración. De normal es un apacible paseíto, un encuentro fugaz con
gran cantidad de clientes en poco espacio y la oscuridad posterior. Ahí viene
la empanada, durante un rato. Pero en periodo reducido mola mas, me da vergüenza
hasta compararlo. En horario reducido mola muchísimo más. El apacible paseíto se
prolonga un poco más, seguramente debido al disfrute de una agradable temperatura
entre 30 y 50 grados bajo el sol de mediodía, una inmejorable espera de pocos
minutos con una humedad relativa de un 95% para expulsar unas pocas toxinas que
quedaran, según casos, clavadas en esa sensacional y fresca camiseta de tu
uniforme. Para acabar el éxtasis, pasas
en breves segundos a una temperatura de menos de 20º que acabaran de
desordenarte la sustancia gris para que vayas mejor empanado en la primera
fase. Pues no veas lo que mola si entre los agolpados y felizmente apretados
clientes que te encuentras de golpe, alguno suelta--¡Aparteuseeee, que te que
canviar el chofer!—Antes había uno que siempre preguntaba si habíamos pinchado,
pero hace tiempo que no lo veo. Ese también molaba mucho.
El paso a la segunda fase es
paulatino, se va produciendo poco a poco. Te adaptas a la nueva temperatura, te
acostumbras a ver los mogollones de clientes y sus meditados comportamientos,
para acabar en un acomodamiento neuronal y cardiaco que dura más tiempo que la
primera fase. Hay días que en esta segunda fase llegas a arriesgar y te vienes
tan arriba. Tanto como para llegar a pensar que Metallica son unos moñas, a ver
si rascáis más la guitarra que me duermo. Pero si no administras bien el
esfuerzo llegas demasiado pronto a la
tercera fase. Eso si no te pasa una de las cosas que más molan de esta fase, la
glaciación. Como mola el Aire Acondicionado a toda mecha disminuyendo tus
constantes vitales y obstruyendo las fosas nasales. Si, lo puedes quitar, pero
ya venía con escarcha cuando empecé la segunda fase.
La tercera fase, en el mejor
de los casos, llega cuando ya van casi nueve horas arriba y abajo. Como mola no
saber ni donde estas, a pesas de estar integro y sobrio. Puede que te pesen un
poco los parpados, pero solo es el resultado de las circunstancias acontecidas
en el letargo de la segunda fase. Se ha dado casos para estudiar como fenómenos
paranormales. También para no normales, que es donde me suelo incluir yo. Se
habla incluso de posibles abducciones extraterrestres. Compañeros que de
repente han aparecido parados con su tren en una estación subterránea y no
recuerdan nada de los minutos anteriores y despiertan de repente, debido a unas
voces. Las voces de los clientes--¡Chofeeeer, las puertas las va abrir o que!—
Como molan las naves
espaciales ¿Llevarán chofer también?
Como mola mi trabajo. Sobre
todo ahora que acabo después de 9 horas y con el suspense de si seguirá habiendo
vida en el planeta, porque por aquí abajo solo quedo yo a estas horas. Como molaría
que nos hubieran invadido seres de otras galaxias. Un abrazo para los choferes
de las naves espaciales y otro para el capitán de la golondrina de Peñiscola.
Que no se me olvide, un
saludo también para mi psiquiatra que me está ayudando mucho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario