El otro día se me ocurrió
hacer un experimento, más por chaladura que por aburrimiento. Mira, me salió un
pareado.
Cada día me veo influenciado por la presencia
directa o indirecta de miles de personas. Digo miles y no exagero, deambulan a
mi alrededor, los paseo en mi tren, algunos me hablan y a algunos les hablo yo,
la mayoría no dice nada, pero todos o casi todos llevan el teléfono móvil en la
mano, están a punto de sacarlo o lo están guardando. Yo los observo, a veces
con el móvil en la mano también. No hay distinción por edad, ni por sexo, raza
o lo que quieras pensar, aproximadamente más del 90% de las personas que veo
cada día en mi trabajo, aunque solo los llegue a ver durante unos pocos
segundos, tienen presente el teléfono móvil. Que quede claro que no estoy
levantando ninguna voz de alarma en contra de esto, ni nada parecido. Al
contrario me parece lo más normal del mundo, porque todas esas personas que
observo cada día, vienen a esperar el tren, viajan en él o se acaban de bajar y
cuando la gente tiene que esperar, utiliza cualquier método para que la espera
se haga más corta. Antes se llevaba más lo de los libros, sobre todo en los
viajes en tren, pero con los teléfonos actuales el abanico de opciones de
entretenimiento para las esperas, es más amplio. Realmente, hoy en día para lo
que menos se utiliza el móvil es para hablar por teléfono.
En eso consistió el
experimento. Me acerque a ese grupo de personas que esperan al final del andén
de Alboraya a que llegue su tren hacia Rafelbuñol. Ese último banquito del andén
donde se posicionan numerosas personas sentadas y de pie. Entre quince y veinte,
la mayoría con el teléfono en la mano. Mi intención es averiguar, más o menos, el grado de concentración en lo
que están haciendo y más concretamente los que miran hipnotizados su móvil.
Me sitúo próximo al grupo y
simulo que me entra una llamada de teléfono. Hablo en voz muy alta y además
gesticulo para llamar la atención también de los que llevan auriculares. Para
dramatizar más, simulo una conversación relacionada con catástrofes y empiezo
con lo siguiente:
--¡Ostras tío, vaya calor!
Han dicho que esto es el comienzo, que son llamaradas solares y que esto
posiblemente acabe en una muy grande que nos dejará a todos socarrados.
Levanto un poco la mirada y
nada, ni se han inmutado. Voy a intentarlo otra vez, con más dramatismo y
hablando más alto aun:
--Si, también lo he oído.
Parece que el meteorito es más grande que el que acabó con los dinosaurios. Por
lo que dicen, impactará en la tierra antes de que acabe el año.
Levanto la mirada y ni
siquiera me miran. ¿Estarán sordos? Los de los auriculares si, para eso
gesticulo a ver si alguno se los quita, pero los otros tampoco hacen ni caso.
Paso a probar de otra manera, voy a darle un toque cómico a ver qué pasa:
--Pues sí, parece ser que si
sigue este calor se pueden derretir los polos. Dicen que las casas colgantes de
Cuenca será primera línea de playa.
Esta vez sí, aunque solo me
mira una señora exuberante de unos cincuenta años, peleada con su estilista,
pero no puedo asegurar que le interese lo que digo, puesto que masca chicle de
manera compulsiva y mira en todas direcciones. Habrá coincidido justo el
momento, porque el resto de personas siguen pasando de mí. Tengo que probar una
última vez, echar el resto, la casa por la ventana. Tengo que inventar el
cataclismo más despiadado, mortífero y devastador que pueda imaginar. La
extinción de la raza humana entre terribles dolores y el final definitivo del
planeta:
--Si tío, lo acabo de oír en
las noticias ahora mismo. Según parece van a desconectar el whatsapp entre
cuatro y cinco días. Tienen que arreglar no se que del servidor y va a estar
inoperativo por lo menos una semana.
Ahora sí, la mayoría me
miran, hasta los que no tienen teléfono en mano. Incluso aquel jubilado que
saca cuentas con la calculadora de su prehistórico móvil. Al más alejado le
escucho decir que habrá que avisar a Toñi para que se instale el Telegram, que
aun no se lo ha instalado. Y un matrimonio que había sentado, el marido le dice
a ella preocupado--¿Qué ha dicho del whatsapp?—
En fin, no es verdad, no he
hecho este experimento pero tengo pensado hacerlo y seguro que los resultados
no irán desencaminados a los que me he imaginado. Por supuesto, cuando lo haga
recopilaré pruebas para mandarlas por whatsapp y restregarlo.
¡Uy! 47 mensajes nuevos, voy
a ver qué pasa.
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