Sin hablar con
Juan el maquinista, consciente que era culpa suya, me limite a contestar el
pliego de cargos utilizando el viejo método. Sin acusar a nadie, intentar
salvarme yo con el típico argumento que funcionaba muy bien cuando ocurrían estas
cosas en vías ajenas a FEVE. Hice servir la recurrente frase “estaba todo bien
e INEXPLICABLEMENTE, descarrilamos” Mentira podrida, aunque era de conocimiento
general que las agujas de la playa de vías de Altos Hornos estaban hechas asco
y era muy fácil que nuestros “supertrenacos” de mercancías descarrilaran con
facilidad. Ese no era el caso, el maquinista talonó varias agujas de marmita y retrocedió
sin darme tiempo a mí a ponerlas en posición correcta. Pero no iba a decir eso.
Aunque mi intención era salvarme yo, al final mi argumentación sirvió para
salvar al maquinista también, que nunca me lo agradeció, ni ganas.
Mi primer expediente disciplinario fue sobreseído pero no
estaba orgulloso. Estaba dolido con el maquinista porque mientras yo discutía con
el capataz de maniobras de Altos Hornos, con las bobinas de hierro por el suelo
y vagones volcados, el se sentó en la
parte de afuera de la locomotora 1600 mono cabina, saco la bota de vino y un bocata
y se puso a comérselo mientras nos observaba desde lejos. Le hubiera dado un bofetón
con toda la mano abierta.
Yo me acuerdo de esa chaval, muy buena, no dejes de recordármelas.
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