¿Qué sentirá un preso condenado injustamente pero que no
tiene forma de demostrar que es
inocente? Teniendo todo en contra, solo él sabe ciertamente que no es culpable,
pero no puede demostrarlo. Bueno yo lo sé
más o menos. Ayer sentí algo parecido. Me da hasta vergüenza contarlo de lo
absurdo que es, pero es que no he podido dormir en toda la noche. Venga, lo
cuento y así a los que les caigo mal tienen algo para pitorrearse de mí.
Por la tarde me fui con mi hijo de 11 años a Portsaplaya
a intentar pasar un rato pescando, en plan poco profesional. Para ser más
claro, cogimos una mierda de caña vieja del trastero y un chusco de pan y
fuimos a matar el tiempo, aunque solo fuera sintiendo la brisa marina. Aunque
hacia aire y yo no tenía muchas ganas, solo por la ilusión que veía en mi hijo, accedí a sus intenciones de compartir
juntos una afición que tengo desde pequeño.
Aparcamos en el supermercado en zona blanca exenta de
pago y caminamos por la acera del paseo hasta el puerto deportivo. Una vez allí,
enfilamos el espigón con dirección a un pequeño faro que hay al final. Antes de
llegar nos sentamos en las piedras y me
dispuse a extender la caña para prepararnos. A lo lejos y al otro lado del
canal unos agentes de la benemérita me hicieron señas. Entendí que como estaba
enfrente de unas boyas, no podía pescar. Vale, con la caña a medio montar
cogimos los trastos y seguimos hasta el final. Nos volvimos a sentar y continúe montando la caña, mientras a lo
lejos vi como los agentes montaban en su vehículo y se marchaban. Antes de
acabar de montar la caña, vi a los guardias que llegaban al espigón por nuestro
lado, aparcando encima de la acera. Con la caña a medio montar aun y oliéndome que
algo no iba bien, me dirigí a un señor que pescaba allí cerca. Le pregunte si allí
era ilegal pescar y me contesto que donde me había puesto yo estaba prohibido,
pero donde estaba él se podía pescar. Con los agentes aun lejos y temiéndome lo
peor, cogí la caña, todavía sin acabar de montar y ande los pocos pasos que
separaban la zona legal de la ilegal, no había más de cinco metros.
Continúe montando la caña, pero ya de pie y cuando iba a
poner el anzuelo para poder iniciar la pesca, los “picoletos” llegaron a
nuestra posición. Un agente tenía entre 20 y 30 años y el otro poco menos de
cuarenta, con “cuerpo tordo” y una pinta de “malfollao” que escondía detrás de
unas gafas gigantes de chulito de chiringuito. Fue este quien nos pidió los DNI
después de dar unas aterradoras buenas tardes. Aquí iniciamos una conversación en
la que cualquier palabra mía parecía enfadar más al teniente Kojak:
-Le estoy diciendo que aquí está prohibido pescar.
-Perdone, he visto su aviso pero creía que se refería a
la zona de boyas. Le entendí mal.
-¡No, en todo el canal!
-Ya, ya, le he preguntado a este señor y me lo ha dicho.
Ya me he cambiado a este lado, no volverá a ocurrir. Por suerte no he empezado
a pescar. Ni siquiera he acabado de montar la caña.
-¡Como que no! Le he visto yo desde allá como tiraba la
caña al agua.
- No puede ser, ni siquiera he puesto el anzuelo. ¿Cómo
voy a pescar sin anzuelo? Compruébelo usted mismo, la caña está a medio montar.
-Me está llamando mentiroso, desde allá le he visto tirar
la caña.
A todo eso yo me preguntaba cómo podía haberlo visto
desde tan lejos, si yo casi no podía ver el corcho a tres metros. Y también,
porque en vez de coger el coche para recorrer la distancia para cambiar al otro
lado del espigón y andar hasta nosotros, porque no ando unos pocos metros por
el espigón de enfrente y me dice claramente que está prohibido y si no guardo
la caña, me denuncia. Yo sé porque, porque
el “chuloputas” ya tenía claro lo que iba a hacer. Cuando me vio pasar con mi
hijo a unos metros de él pensó” este pardillo me va a alegrar la tarde”.
Mientras redactaba la denuncia, le dije varias veces y
con educación, que no podía denunciarme por pescar en un sitio prohibido porque
técnicamente no había empezado a pescar. Nada, como si le hablara a la pared, impotente por
no poder hacer entrar en razón a este energúmeno, desistí para no empeorar las
cosas. La principal razón, porque iba
con un niño de 11 años y empezaba a sentirme como un delincuente ante las
miradas que me dirigía el becario con pelo de “bakalaeta”. Para más risa,
entendieron mis explicaciones como un rebote mío (palabras textuales) y solo
por eso, me confiscaron la caña de pescar. Así me lo dijo:
-Y por haberse” rebotao” le confisco la caña.
Bueno, no entro en más detalles, pero los hay y más absurdos
aun. Me denunciaron por NO pescar, en un sitio que ignoraba que estaba
prohibido y me confiscaron la caña por intentar explicar que era injusto. Por
momento, que digo a partir de aquel momento, he viajado en el tiempo. Franco
sigue vivo y hay que evitar a la Guardia Civil, aunque no estés haciendo nada
malo. Este agente ha conseguido desarticular a una banda de dos terroristas,
que intentaban hundir toda la flota de barquitas de lujo de Saplaya, con una
mierda de caña que le compre a un chino por 30 euros en medio de la calle.
Bravo un aplauso.
Evidentemente ya
he redactado una queja formal con el formulario pertinente y lo he enviado al ministerio del interior.
Siiiiiiiii, ya lo se, no servirá de nada. Pero ya me cansé de callar y tragar, además iba con un menor y recibí el mismo trato que un terrorista. Así
lo entendió mi hijo, porque hasta el con su inocencia, no entendía nada.
Me da igual la denuncia, ya la recurriré mil veces si
hace falta. Fíjate lo que te digo, me hubiera callado si me hubieran tratado
como tonto o ignorante, porque así fue realmente. Yo cojo y me voy lamentando
lo tonto que soy, pensando en lo que me costara una multa que me han puesto por
TONTO. Pero me aplicaron la ley antiterrorista delante de mi hijo y esto no
puede quedar así. No he podido dormir y como siempre, solo me queda el pataleo.
Si su obligación es denunciarme que lo hagan, pero yo desconocía la prohibición,
llámame tonto pero no me fusiles, hombre de Dios.
Vamos a darles un fuerte abrazo a estos dos agentes, en
especial a uno con cuerpo tordo, que consiguió ser más chulo que un pobre
desgraciado con una vieja caña de mierda y que solo intentaba pasar un rato con
su hijo sin hacer ningún daño. Su actitud me obliga a pensar que es eso lo que quería. Estamos en buenas manos.
Como me hubiera gustado haberle dado un bofetón a mano
abierta para compensar la humillación.
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