oncontextmenu='return false' onkeydown='return false'>

sábado, 28 de septiembre de 2013

RELIGIOSIDAD COMPULSIVA



¿Católico practicante? Pues no te sabría decir. ¿Católico? Pues quizás sí, pero por imperativo legal. ¿Practicante? No, no se poner inyecciones, es lo que hace el practicante de mi pueblo, además de curas corporales de poca importancias. Hoy me levanté con dudas sobre mi inclinación religiosa, simplemente porque por más que lo intento, no consigo recordar haber tomado ninguna decisión al respecto. Puestos a blasfemar, no recuerdo la última vez que utilicé la opción religiosa con fines coherentes.
Podría haber elegido el camino del laicismo, pero ahora que legalmente tengo edad de decidir. El problema es que eligieron mis padres por mí cuando me bautizaron. Creo que es así como funciona. Puede que no esté bien dicho así, rectifico, mis padres eligieron una religión para mi idéntica a la suya. La que habían elegido sus padres para ellos y los padres de sus padres y así hasta aburrir. Lo fácil seria pensar que es una cuestión de fe pero no lo creo, es lo que los religiosos les gustaría que pensáramos. Se trata más bien de costumbres ancestrales. Yo solo tengo fe de que me paguen religiosamente a final de mes o de que mi equipo de futbol no la vuelva a cagar.
No pretendo evidenciar nada, ni renegar de la religión que se me ha impuesto ¡DIOS ME LIBRE! Simplemente con no practicarla, deja de ser el rompecabezas este que  estoy montando.
Los católicos se supone que tienen su iniciación con el bautismo. Por norma general este sacramento se obtiene al poco tiempo de nacer, hecho que dificulta la elección personal del mismo. Pero ¿y la comunión? Es el siguiente paso y el que me ha empujado definitivamente a estas típicas reflexiones absurdas que me invaden con asiduidad.
La incongruencia del comportamiento humano, motivado por su cerebro, es como la tontería, infinita. En sus distintos significados. Tanto en la falta de congruencia que implica una falta de lógica en el comportamiento como en la eficacia de la gracia de Dios, que obra sin destruir la libertad del hombre. Para que se me entienda, la gente esta chalada. Me encuentro con padres que afirman que sus hijos no quieren tomar la comunión. Con siete años esos niños han tomado una decisión que les acompañara el resto de su vida. No lo estoy criticando, solo me pregunto si estarán preparados a esa edad para decidirlo. Bueno es que aprendan responsabilidad pronto, pero me suena más a una decisión paterna. O por lo menos, condicionada por los padres. Padres que a lo mejor bautizaron a ese niño, pero que con la madurez que se alcanza a la edad de siete años, el niño ha decidido tomar el camino laico. Por una regla de tres simple, ese niño tendrá problemas si decide casarse por la iglesia. Por supuesto, con siete años está convencido que en el futuro si decide tener pareja, también será atea. Nada de eso, dotado de tal inteligencia madura, el niño sabe de sobre que todo se puede cambiar si le da la gana. Puede ser católico y reconvertirse para ser musulmán, por poner un ejemplo. O lo más fácil, en la modalidad “religión católica”, existen las actualizaciones. Lo que me lleva a la segunda parte de mi reflexión.
Creo que se trata todo de un negocio. De buen rollito y muy bien pensado. Puedes bautizar a tu hijo (no esperes que decida el), puedes decidir que tome la comunión o dejar alegremente que lo decida con siete u ocho años, confirmarse o incluso desposarse con celebración religiosa. Hagas lo que hagas y decidas lo que decidas, ya sea el implicado o los responsables paternos, te costara una pasta gansa, salvo raras excepciones que solo pertenecen a la rumorología. Sin ganas de entrar en detalles, solo diré que la versión más cara es la de boda sin actualizaciones anteriores. Aquí no vale el recurso piratilla de actualización, pero por un módico precio hay curas que te actualizan para que puedas utilizar el programa “boda por la iglesia 3.0”.
En fin, para concluir diré que antes he mentido. Si que recuerdo la última vez que utilice la opción religiosa y fue en el bautizo de mi hija pequeña. Ahora no le preguntare si quiere tomar la comunión, no sea que en un arrebato de inteligencia a temprana edad, me diga que no quiere tomar la comunión. Si me dice que no, me privara de un tremendo despilfarro y  gasto desproporcionado, típico en estas ocasiones y que a mí me dan tanto gozo. Por el amor de Dios, no me perdonaría a mí mismo  saltarme la opción de gastar a lo tonto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario