Recordando las películas de Tarzán que veía cuando era
pequeño, me he obsesionado con la figura de los porteadores. Olvidando la trama
del propio hombre mono, me quedo con la parte en la que aristócratas adinerados
viajaban a África para cazar animales de manera despiadada. Desconozco la
veracidad del argumento, pero es innegable la osadía del autor de la historia
que se cuenta. Sin necesidad de entrar en detalles me voy a centrar en la idea
del hombre blanco todopoderoso, uniformado y armado, que deambula por la selva
seguido de un numeroso grupo de recios hombres de color. Estos personajes de la
historia son descritos como mulas de carga. Seres inferiores a ellos que
utilizan para cargar los trastos del hombre blanco, con grandes bultos cargados
incluso sobre sus cabezas. Son los primeros que se comen las fieras salvajes y
si hace falta se les pega un tiro porque están heridos o enfermos y ya no
sirven para ser sus esclavos. Me da igual que Tarzan nade como una flecha,
pelee contra cocodrilos con solo un cuchillo o que de un grito desgarrador reúna
un montón de animales amigos. La verdadera historia está en los porteadores.
No me refiero al racismo de la historia, que también,
intento entender un poco la figura de estos personajes. ¿Dónde los captan o
someten? En las tribus del lugar a las que se les supone socialmente inferiores
y subdesarrollados ¿Por qué? Estos porteadores reciben algo a cambio de su
esfuerzo. Puede que sí o puede que simplemente sean esclavos. Quién sabe, pero
lo que sí que parece claro es que solo se regocija el que lleva el arma y sus
amiguetes. Si se rebotan un poco, solo hay que disparar al aire o incluso matar
alguno para asustar al resto. Eso es lo peor, el que lleva el arma es
consciente de que tiene el poder y solo quiere lo mejor para sí mismo con el mínimo
coste y esfuerzo personal posible.
Ha sido entonces cuando he pensado en Montoro y sus
secuaces conservadores. Es evidente que buscan convertirnos en sus porteadores,
de hecho muchos ciudadanos españoles ya lo son. Tenian el problema de que
vivimos en una sociedad supuestamente desarrollada socialmente y no nos podían tratar
vejatoriamente como lo hacían de manera malvada en la selva de Tarzán. Lo
intentaron de manera sutil, pero muchos ciudadanos ya empiezan a expresar su
malestar. Nos cuentan que está la cosa mal, que hay que apretarse el cinturón y
las frases típicas “no queda más remedio, la herencia recibida o los recortes
son necesarios”. Sin embargo ellos siguen igual. Aun no he visto ningún banquero
desahuciado, políticos corruptos que dimiten o, si me apuras, sinvergüenzas de
estos encarcelados en grupos numerosos. Son cada vez más ricos pisoteándonos y
defienden que sus empresas no cometen ningún delito si consiguen tener más
beneficios. Mientras, muchos sufren penurias y empeorando. Les da igual, su chulería
no tiene límites. Saben que sus amigos y familiares de sus amigos confían en
ellos ciegamente. Se hacen los tontos cuando les restriegan sus vergüenzas y
corruptelas. Y para acabar nos toman por gilipollas.
Hace poco tuvo la desfachatez de decir que volverán a
ganar las elecciones porque los MERCADOS no son gilipollas. Eso es lo
importante, los mercados, porque dan por hecho que los gilipollas somos
nosotros. Puede que lo crean por culpa nuestra. Cargamos sus bultos para que
ellos disfruten cazando, temerosos por si nos come alguna fiera o se les crucen
los cables y nos peguen un tiro, metafóricamente hablando.
Somos sus porteadores y algunos ya vamos demasiado
cargados.
Habrá que pensar en quitarles el poder y que carguen
ellos lo bultos.
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