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jueves, 10 de julio de 2014

AQUEL VERANO Capitulo 13



En el bar se podía ver algo más de ambiente de lo habitual. Era lo normal cuando llegaban los días de fiesta. Abundio entro decidido, sin vergüenza alguna, con la cabeza elevada dirigiendo la vista hacia varias direcciones, observando las mesas con gente que llenaban la terraza. No como otros días, que se sentía atemorizado por la presencia de otros que no fueran sus amigos y agachaba la cabeza hasta que estaba junto a ellos o llegaba a la barra del bar.
Efectivamente, como le había dicho su padre, ya estaba El Gorgo allí. Y también El Femi y Woody, que contenían al grandullón para evitar una de sus típicas broncas. Estaba visiblemente bebido  y en ese estado siempre se volvía violento. Cualquier  tontería le hacía apaciguarse un rato, hasta que se le volvían a cruzar los cables. Esta vez fue la llegada de Abundio al bar, la razón que hizo que apartara a El Femi y al primo de un zarpazo, separándolos violentamente.
--¡Hombre Abundio! Si que has tardado ¿Dónde te habías metido? Tomate algo ¿qué te pido?—voceó El Gorgo, como si quisiera que lo oyera todo el bar.
--¡Venga, un mosto!—contestó Abundio convencido y sin pestañear.
--¡Vale! ¿Blanco o colorado?—añadió El Gorgo.
--¡Blanco!—respondió Abundio.
--¡Marchando un mosto blanco para mi amigo Abundio!
Abundio era el que mejor manejaba a El Gorgo, pero nunca hubiera imaginado que pediría algo sin alcohol sin que aquel saco de músculos montara en cólera. Lo normal hubiera sido cerveza o licor, pero se iba a tomar un mosto para seguir disfrutando un rato más de la entereza con la que empezó el día. Aunque no descartaba, como mínimo,  alguna cervecita durante el resto del día.
Abundio, El Gorgo y Woody se sentaron en una mesa en la terraza, mientras El Femi en una esquina camelaba a una chavalita muy joven, que le miraba sonriente escuchando sus parafernalias típicas de ligón.
Parecía mentira que conociendo como era El Femi, las chicas del pueblo le siguieran haciendo caso. Tenía algo cuando hablaba con ellas que era imposible de igualar, además de una figura estilizada que le ayudaba en esos menesteres. Eso era lo que más intrigaba a El Gorgo que se empeñaba en insistir que las chicas preferían los músculos de un hombretón como él. Todos sabían que estaba equivocado, pero nadie se atrevía a decirle cual era su error. No podían compararse los músculos con la verborrea hipnótica y galante que poseía El Femi con las mujeres. No discriminaba y era capaz de utilizar métodos rebuscados para conseguir su único fin. Más de una vez sorprendía a todos cuando en conversaciones pretenciosas en las que estaban todos los amigos con un grupo de chicas, El Femi se interesaba por la chica menos interesante o exuberante. Más aun cuando comprobaban que con este método acababa engatusando a todas las chicas presentes, quedándose el resto de amigos sin ninguna posibilidad. Los amigos ya se había acostumbrado a este tipo de estrategias y no había envidia alguna, salvo  cuando marchaba solo con alguna de ellas, habiéndole adjudicado prematuramente,  ninguna posibilidad de acabar así.
El Gorgo parecía intranquilo, hinchaba el pecho de aire y lo soltaba rápidamente, subía y bajaba sus pezuñas constantemente de la silla a su derecha que debía ocupar El Femi. Dirigía su mirada de manera compulsiva hacia Abundio, Woody y el resto de personas presentes en el local, mientras acomodaba su trasero una y otra vez en la silla. De vez en cuando, paraba y se metía un trago de licor a garganta abierta, de aquella copa que parecía una pecera.
--¿Qué te pasa Gorgo?—pregunto Abundio por romper el hielo y comprobar si el mosto era el causante de aquella intranquilidad.
--¡Nada Abundio! Solo pienso—respondió el.
--¿En qué piensas?—insistió.
Se quedaron mirándose unos segundos en silencio, volvió a mirar a todos los presentes como si siempre siguiera el mismo orden y apuro de un trago el licor que quedaba en su copa.
--Pienso que estoy harto de vivir. Harto de este pueblo, de su gente y de mi maldita existencia—Dijo El Gorgo de un tirón como si llevara tiempo ensayándolo.
Woody se levanto de la mesa con sigilo, como intentando no hacer ruido y se alejo hacia el interior del bar. Era capaz de oler el peligro, sus locuras temporales le habían dotado del poder para oler el peligro, aunque su desbarajuste mental, más de una vez lo empujaba directamente a lanzarse sin pensar, al peligro más grande. Pero tratándose de El Gorgo, era mejor poner tierra de por medio.
--¿Qué problema tienes amigo? ¿Estás harto de la vida, de tu vida, de lo que eres, de lo que serás?—arremetió Abundio con intención de despistar.
--¡Estoy harto y punto! No me líes Abundio.
Woody se había quedado de pie en el acceso de la terraza al bar, mirando hacia los amigos y sosteniendo dos cervezas, una en cada mano.
--No te enfades Gorgo, recuerda que soy tu amigo. Entiendo perfectamente lo que te pasa. A mí me pasa lo mismo, también estoy muy harto. Y El Femi, a pesar de que siempre está con alguna muchacha, como con esa que está ahora y a la que dobla en edad. O el Woody, que se ha alejado asustado por el temor a recibir el primer sopapo. Todos estamos hartos amigo mío. Cuando éramos pequeños no necesitábamos nada especial para divertirnos. Acuérdate de aquellas largas conversaciones, los días de lluvia,  bajo el techado del tío Genaro. Míranos ahora. Mírate Gorgo, por más que me esfuerzo no recuerdo la última vez que te vi sobrio y tranquilo. Año tras año, la semana que vengo al pueblo se convierte en más rutinaria e insana ¿Qué intentáis dilapidar bebiendo como vikingos cada día? ¿Qué tratáis de ahogar con cada trago del nocivo licor? La falta de afecto familiar, la soledad, la envidia de un trabajo en la ciudad que seguro os mataría de aburrimiento, una corta semana que acaba haciéndose larga ¿Por qué? Porque presentís que no merece vivir la vida para eso. ¿Y yo? Cada sorbo de licor me acerca a un amor inalcanzable, lleno el vacio que dejo mi madre, acompaño una soledad que hoy descubrí que es falsa ¿Por qué? Porque también creo que no merece vivir la vida para eso. Porque siento que no merece vivir para nada; porque una vida, con una finalidad determinada, se convierte en una tortura; y, sin ninguna finalidad, en algo insípido.
El Gorgo escuchó las palabras de Abundio sin respirar casi. Ya no miraba impulsivamente a todos lados, sus ojos sin expresión, clavaban a Abundio sin pestañear. Woody se acerco lentamente a la mesa, separo su silla alejándola un poco de El Gorgo y puso una de las cervezas que llevaba en las manos delante de Abundio.
--Primo ¿Estás bien? ¿Te ocurre algo? Te veo raro—Dijo Woody en tono compasivo.
Abundio agarro la cerveza con tanta fuerza que parecía temer que se escapara y apuro media de un solo trago. Con la misma fuerza la dejo en la mesa con un golpe que provoco que el escaso contenido que quedaba, desbordara por arriba mojándole la mano.
--No, no me pasa nada. Este año no voy a volver a la ciudad, me quedo en el pueblo para siempre.  Quiero vivir sin condena. Quiero disfrutar de la vida porque aun estoy a tiempo. Quiero hacerlo con vosotros, porque somos amigos y siempre lo hemos sido. Propongo que vayamos al rio a nadar y que después disfrutemos de la cabalgata de presentación de las fiestas. Propongo que bebamos, todo lo que haga falta. Que bebamos para vivir y no que vivamos para beber, como hemos hecho hasta ahora ¿Qué os parece?
Se escucho el sonido de una bofetada donde estaba El Femi, Abundio y Woody miraron hacia su amigo y vieron como se alejaba la chavala que estaba con él y como El Femi se marchaba en dirección contraria llevándose la mano a la cara. El Gorgo ni se inmutó, seguía con sus ojos clavados en Abundio. De repente se levanto como poseído por un ser de ultratumba y le arreó una patada a la silla vacía donde debía estar El Femi, enviándola a varios metros golpeando todo lo que pillaba en su camino.
--¡Maldita sea! ¡Me cago en tu calavera Abundio, ya me has hecho el lio!
Miró otra vez hacia todos lados y volvió a mirar a Abundio, acto seguido salió corriendo de la terraza y se alejó corriendo como si le persiguiera el mismísimo diablo. Woody que estaba loco pero no tonto, salió corriendo detrás de El Gorgo a los pocos segundos.
Allí quedó  Abundio solo, con sillas tiradas por el suelo a su alrededor y observado atónitamente por el resto de personas que estaban disfrutando de la terraza del bar.
Cogió tranquilamente la cerveza  y le dio un pequeño sorbo, mirando el paisaje que llenaba el horizonte y  pensando que había dicho lo que sentía. Que era lo correcto y estaba dispuesto a acabar lo que había empezado ese día, aunque tuviera que hacerlo solo.

Continuara….

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