oncontextmenu='return false' onkeydown='return false'>

martes, 1 de julio de 2014

EL TONTO DEL PUEBLO



De un tiempo a esta parte estamos asistiendo a una práctica comunicativa habitual que está obteniendo resultados muy fructíferos. Además, a nadie se le escapa ya el poder que tienen las redes sociales para escampar este malintencionado método de manipulación. Este método parece estar basado en aquel que se utilizaba antiguamente y que no siempre era con mala intención. Consistía en la extensión de un rumor, sobre todo en pueblos pequeños, alimentándolo en el bar, la tienda, la sala de espera del médico o de boca en boca por la calle. La principal diferencia es que si el rumor era demasiado absurdo o increíble, solo picaba el tonto del pueblo. Si, ya sé que es una expresión fea,  pero hay que admitir que todos los pueblos tenían uno como mínimo. La misma condición humana y su inevitable evolución, consiguen que hasta el más tonto, después de una tras otra, acabe por no ser engañado nunca  más. Quizás siga ocupando la plaza del tonto del pueblo el resto de su vida, pero llega un día que ya no se cree nada, ni siquiera lo que es verdad. De esta manera, cuando intentan engañarle, desconfía de todo y por lo menos ya no se ríen de él.
Actualmente, con la ayuda de las nuevas tecnologías, se consigue crear un entramado muy sofisticado para conseguir que hasta el más incrédulo, incluso el de la categoría de tonto del pueblo, acabe convencido de lo que quieren convencerle.  Por ejemplo haciendo parecer que un incremento del paro es bueno, que hay cuerpos de seres extraterrestres en el Área 51 o de que tienen tantas bombas atómicas como para destruir la tierra varias veces. Y si, con toda la lógica aplastante que Dios te ha dado, les dices --¡A mí que me importa!--Te dirán que aunque no lo parezca, esto te puede acabar afectando. ¡Vamos! yo viví el rumor de que se iba a acabar el petróleo en no sé qué año y admito que casi me lo creí. Creía que el mundo se iba al garete. Imagínate ahora con los medios difusivos que hay. Si dicen que el planeta se queda sin agua, el tonto del pueblo que a estas alturas ya no se cree nada, pensará -- ¡Bahh, mientras quede vino!--
Si a pesar de todo te sigues resistiendo no importa, convencerán si no lo han hecho ya, a algún familiar o a tu mejor amigo. Este aprovechará cualquier ocasión para darte la brasa, intentando convencerte de que estas equivocado. Puede que te diga que el mejor candidato a mandar en el PSOE es el más guapo. Y tu seguirás diciendo --¡A mí que, me la sopla el PSOE, PP y resto, son todos igual de sinvergüenzas!—Será entonces cuando, incapaces de convencerte de lo que a ellos les han convencido, discutirás y dejarán de hablarte o perderás la amistad. Es entonces cuando te conviertes en un bicho raro, similar al tonto del pueblo pero sin llegar a la confirmación, solo porque te conocen y saben que has estudiado.
Si ahora se toman tantas molestias es porque nos suponen más listos. Ya ni al más tonto lo convences de que un burro vuela. Pero no te creas, para algunas cosas, no tuvieron que esforzarse mucho. Hubo una época en que un simple gesto, era suficiente para alterar el comportamiento. Todo tranquilo y se oía de repente-- ¡su tabaco, gracias!—y los presentes que se estaban esforzando a tope para dejar el vicio, se veían empujados a una ansiedad desconcertante. Una maquina que te da las gracias por decidir la posibilidad de morir de cáncer. O aquella máquina tragaperras que soltaba una melodía embriagadora cuando todo estaba tranquilo, para recordarle a alguien que aun podía hundir un poco más su vida. Estos métodos que ni de lejos afectaban ya al tonto del pueblo, tuvieron que prohibirlos porque eran demasiado agresivos y llegaron a afectarles a ellos mismos sanitariamente. Mejor centrarse en lavados de cerebro, para que sin que se notara llegar a la gente que se hacía preguntas. Fue cuando empezaron a utilizar eufemismos y a decir las cosas evitando ciertos conceptos, para conseguir que sonara bien el fin del planeta, si con eso ellos se beneficiaban. No hay datos de la antigüedad de este sistema, se cree que es desde que se invento la televisión.
Alteraban la realidad suponiendo que la gente empezaba a ser lista, cuando en realidad nos hemos ido convirtiendo en más tontos. Y yo el primero por preocuparme y obsesionarme en que no me engañen con sus manipulaciones. Hace tiempo ya empecé a preguntarme--¿Para qué tanto esfuerzo inútil? ¿Para qué sufrir a lo tonto? ¿Acaso me gusta sufrir?  Pues parece que sí, porque soy tonto. Y muy tonto, porque a veces me consuela no ser el único tonto. Casi acercándome a la categoría de tonto del pueblo.
 Lo triste es que la clave para evitar esta amargura, ya hace tiempo que la tengo. Lo mejor es integrarse en el rebaño y ser un borrego más. En definitiva se trata de no pensar, pero me resulta muy difícil conseguirlo. No creo que pueda dejar de hacerlo por mucho que se empeñen. He oído que incluso te llegan a suministrar unas gotitas de cierta sustancia para conseguirlo, pero como ya he alcanzado el titulo de tonto del pueblo, no me lo creo.
Yo seguiré pensando y argumentando mis teorías conspirativas aunque sea de forma absurda, igual que hacen ellos conmigo maquillando discursos políticos, datos y estadísticas. Porque aunque parezca despectiva la expresión “tonto del pueblo” es todo lo contrario. Ahora que nos toman por tontos a todos, ser el tonto del pueblo es un privilegio. No te crees nada, desconfías de todo y sabes que no se ríen de ti con razón, porque aunque sea cierto lo que dicen, no te lo creerás. Lo malo es que con eso te quedarás, porque aunque destapes la trampa, todos están convencidos plenamente e intentarán convencerte a ti como sea. Con caramelitos para el tonto si hace falta.
Sin duda acabaré siendo  el tonto del pueblo irremediablemente, si no pueden conmigo convencerán al resto de que lo soy. Este es ya su último recurso y es cuando ya te miran raro.
 Pues mejor, yo seguiré haciéndome el tonto, pero que sepan que no me creo nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario