Cuando paso por las calles que
rodean la antigua estación de Pont de Fusta
me siento incapaz de reprimir la
nostalgia que me invade. Como fue su
final, sus últimos coletazos ¿Fue el
final que más temen las personas? Una
grave y larga enfermedad y que tras un
sufrimiento indescriptible acabas
muriendo entre horribles dolores. O
por el contrario fue envejeciendo poco a
poco en su camita en casa y al final
se quedó dulcemente dormida y no volvió a
despertar. Mejor pensarlo así,
aunque mientras envejecía sufrió alguna
operación a corazón abierto.
Quizás todo empezó cuando dejaron de
salir trenes hacia Betera y Lliria. Luego
le siguieron los de Grao y Ademuz.
Desapareció aquella torre donde estaba el
Puesto de Mando. La culminación fue
el comienzo de las obras del tranvía y
también las jubilaciones de Párraga
y Rodríguez. Solo salían trenes hacia
Rafelbuñol, lejos del edificio
principal de Pont de Fusta, donde estaba la
taquilla. Los viajeros y los agentes
accedían al tren tras una larga
caminata, sorteando a los operarios
y maquinaria de la empresa que construía
el tranvía. Esto ya empezaba a ser
definitivo.
Estaba todo patas arriba. Cuando
paraban de trabajar parecía que había
pasado un huracán de esos que les
ponen nombre sin apellidos, para que no le
salgan parientes.
Entre aquel caos, recuerdo que había
un Ficus gigante y una Palmera enfrente
de lo que un día fueron las oficinas
de los jefes de maquinistas, entre otras
cosas. Las excavadoras pasaban muy
cerca, cada día se acercaban más
haciendo evidente el final que les
esperaba. El Ficus cayó pronto, a pesar de su
espectacular follaje, mientras que la Palmera aguantaba.
Un día mientras observaba la
destrucción tuve una visión. Pensé, las Palmeras
son una especie protegida, por eso
esperan para trasplantarla a otro lugar sin
causarle daño. Incluso se lo comenté
a Santos a sabiendas que él no
podía hacer nada, pero como si me
quitara un peso de encima. Alguien más
sabía las tonterías que me rondaban
en la cabeza.
Desde aquel momento lo convertí en algo
personal y todos los días controlaba
la Palmera esperando
acontecimientos.
Lamentablemente el final no fue el
esperado. Llegó el momento, como si
estuviera todo planeado. Se acerco
una excavadora y con uno de los brazos le
asestó un golpe certero en la parte
más alta de la Palmera, lógicamente todas
las palmas cayeron al suelo. A los
pocos días la Palmera se secó. A una
velocidad sorprendente a la vez que
sospechosa. La arrancaron y punto. Ya no
había problema, estaba muerta. No
pude hacer más que aplaudir la inteligencia
humana. No me entiendan mal, aunque
amo la naturaleza, no soy ecologista, solo
sentía curiosidad.
Al morir, el alma se separa del
cuerpo, pues bien, el cuerpo de la estación de
Pont de Fusta sigue ahí, embalsamado
a base de reformas. El alma la
compartimos todos los que vivimos
aquella época, con nuestros
recuerdos. Detalles que aun
pareciendo simples, nos llenaron de vida. Todo
parecía tan fácil. Que cada uno
aporte lo que pueda para que perdure por
siempre.
La Palmerita, sin darle más
importancia de la que tiene, es uno de esos detalles
simples que viví personalmente y que
para mí, hicieron de aquella estación algo
especial
Muchos sabrán de lo que estoy
hablando y aunque no recuerden aquella
Palmera tendrán otras cosas que
también murieron con la estación.
¿La tendrá Dios en su Gloria?
Pues eso. Descanse en Paz.
Concurso literario en 2008
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