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lunes, 8 de julio de 2013

REQUIEM VEGETAL

Cuando paso por las calles que rodean la antigua estación de Pont de Fusta
me siento incapaz de reprimir la nostalgia que me invade. Como fue su
final, sus últimos coletazos ¿Fue el final que más temen las personas? Una
grave y larga enfermedad y que tras un sufrimiento indescriptible acabas
muriendo entre horribles dolores. O por el contrario fue envejeciendo poco a
poco en su camita en casa y al final se quedó dulcemente dormida y no volvió a
despertar. Mejor pensarlo así, aunque mientras envejecía sufrió alguna
operación a corazón abierto.
Quizás todo empezó cuando dejaron de salir trenes hacia Betera y Lliria. Luego
le siguieron los de Grao y Ademuz. Desapareció aquella torre donde estaba el
Puesto de Mando. La culminación fue el comienzo de las obras del tranvía y
también las jubilaciones de Párraga y Rodríguez. Solo salían trenes hacia
Rafelbuñol, lejos del edificio principal de Pont de Fusta, donde estaba la
taquilla. Los viajeros y los agentes accedían al tren tras una larga
caminata, sorteando a los operarios y maquinaria de la empresa que construía
el tranvía. Esto ya empezaba a ser definitivo.
Estaba todo patas arriba. Cuando paraban de trabajar parecía que había
pasado un huracán de esos que les ponen nombre sin apellidos, para que no le
salgan parientes.
Entre aquel caos, recuerdo que había un Ficus gigante y una Palmera enfrente
de lo que un día fueron las oficinas de los jefes de maquinistas, entre otras
cosas. Las excavadoras pasaban muy cerca, cada día se acercaban más
haciendo evidente el final que les esperaba. El Ficus cayó pronto, a pesar de su
espectacular  follaje, mientras que la Palmera aguantaba.
Un día mientras observaba la destrucción tuve una visión. Pensé, las Palmeras
son una especie protegida, por eso esperan para trasplantarla a otro lugar sin
causarle daño. Incluso se lo comenté a Santos a sabiendas que él no
podía hacer nada, pero como si me quitara un peso de encima. Alguien más
sabía las tonterías que me rondaban en la cabeza.
Desde aquel momento lo convertí en algo personal y todos los días controlaba
la Palmera esperando acontecimientos.
Lamentablemente el final no fue el esperado. Llegó el momento, como si
estuviera todo planeado. Se acerco una excavadora y con uno de los brazos le
asestó un golpe certero en la parte más alta de la Palmera, lógicamente todas
las palmas cayeron al suelo. A los pocos días la Palmera se secó. A una
velocidad sorprendente a la vez que sospechosa. La arrancaron y punto. Ya no
había problema, estaba muerta. No pude hacer más que aplaudir la inteligencia
humana. No me entiendan mal, aunque amo la naturaleza, no soy ecologista, solo
sentía curiosidad.
Al morir, el alma se separa del cuerpo, pues bien, el cuerpo de la estación de
Pont de Fusta sigue ahí, embalsamado a base de reformas. El alma la
compartimos todos los que vivimos aquella época, con nuestros
recuerdos. Detalles que aun pareciendo simples, nos llenaron de vida. Todo
parecía tan fácil. Que cada uno aporte lo que pueda para que perdure por
siempre.
La Palmerita, sin darle más importancia de la que tiene, es uno de esos detalles
simples que viví personalmente y que para mí, hicieron de aquella estación algo
especial
Muchos sabrán de lo que estoy hablando y aunque no recuerden aquella
Palmera tendrán otras cosas que también murieron con la estación.
¿La tendrá Dios en su Gloria?
Pues eso. Descanse en Paz.

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