El tratado de Versalles fue el colofón de la primera gran
guerra de la era moderna. El final del expansionismo que estaban llevando a
cabo varios imperios, entre ellos el alemán.
Alemania creyó que como los aliados vencedores no habían conseguido
entrar en su imperio, la firma del tratado no les perjudicaría en gran medida,
a pesar de ser uno de los vencidos en el conflicto bélico. Se equivocaron, Alemania perdió sus colonias y territorios en
las esquinas del país. Esto creo un malestar al pueblo alemán. Se culpó a los
grupos políticos que empujaron la caída de la monarquía y la posterior crisis
económica en la que se vio inmersa Alemania. Firmaron un armisticio que les
condenaba a bloqueos económicos e indemnizaciones de guerra. Una cosa que hasta
los niños entenderían, “bloqueo económico, no voy a tener dinero para pagar indemnizaciones”.
Este hecho se convirtió para los alemanes en la leyenda de la puñalada en la
espalda. Los militares empezaron a culpar a socialistas, comunistas y judíos.
Entre tanta crispación, un partido político de provincias (Partido
Nacionalsocialista Obrero Alemán) desconocido a nivel nacional, ejecuto un
golpe de estado en Múnich pero fue sofocado enseguida. Sirvió para dar a
conocer a Adolf Hitler, un personaje ruin que con la excusa de la ruina
económica, convenció a una nación para lanzarse a la conquista mundial sin
compasión. Cometiendo unas barbaridades aterradoras para conseguir su objetivo”
si no puedo comprar ni vender a ningún país, los invado y no me preocupo”.
Tanta atrocidad, puso a todos en su contra y otra vez volvieron a perder la
guerra. Las consecuencias para Alemania fueron importantes, pero el clamor
general era que se lo habían buscado.
Cuando consiguieron acabar con Hitler, las potencias
vencedoras desmembraron Alemania partiéndola en dos mediante un muro. En un
lado quedo la parte comunista influenciada por los soviéticos y en el otro los
capitalistas, capitaneados por EEUU. El muro separo familias, amigos y sentimientos durante 28 años, hasta el año
1989.
Durante décadas es innegable que muchas generaciones de
alemanes, han nacido, vivido y educado a sus hijos, con una mentalidad
condicionada por todas estas circunstancias, perder dos grandes guerras y las
consecuencias que conllevan las derrotas. Independientemente de la opinión que
tuvieran sobre los conflictos.
En algún escalón de esas generaciones esta la señora
Merkel, que tiene nombre de detergente que lava más blanco. Que no se preocupe
nadie, esta señora joderá a quien haga
falta para no perder la guerra actual bajo ningún concepto. Vivimos una tercera
guerra mundial pero sin ningún tipo de armas, ni aparente violencia. Yo lo llamaría
guerra civil capitalista. El capitalismo se ha extendido por todo el mundo y la
especulación unida a un mal uso del
sistema, han llevado a la ruina a muchos países. Alemania lo ha tenido fácil,
un buen control de las finanzas, le colocan en una posición privilegiada para
librar la batalla. Agazapada, ha observado como el marido de Carla, Silvio, el
chaval de la ceja y otros líderes mundiales crecían sin control, despilfarrando
el dinero público y amañando chanchullos financieros. EEUU se hundió solito con
la caída de Lehman Brothers, arrastrando a un montón de países. Pocos países,
entre ellos China, aguantaron la bomba
financiera, quizás porque poseía una
gran parte de la deuda americana. En Europa no tardó en llegar el efecto
domino. Se fue a pique Grecia, con unas artimañas bursátiles complejas y le
siguieron Portugal, Italia, Irlanda y porque no decirlo, España también.
Pronto, Ángela comenzó a manejar el cotarro con gran facilidad. Líderes europeos,
cuestionados y corruptos, fueron blanco fácil para el ataque alemán. Su
principal arma, la austeridad. Con ella a convencido a todos estos tontacos de
que es lo mejor para la economía. Correcto, pero lo mejor para la economía alemana.
Está demostrado que no ha solucionado gran cosa, solo el tesoro alemán, que cada
vez es más grande. Han invadido países (Grecia, Chipre, etc.) y lo han llamado
rescate, según la unión europea. Está claro quién marca las reglas.
Recuerdo que una vez le pregunte a mi padre que hubiera
pasado si Alemania hubiera ganado la segunda guerra mundial, me respondió que
en ese caso yo sería alemán. No soy alemán, pero me estoy pensando aprender el
idioma, por si acaso. Podría resultarme sencillo, parece que hablen como si
estuvieran siempre enfadados, como yo.
Propongo contraatacar, pero no con la legión, elite de nuestro ejército, sino con la cabra.
De esta forma podemos matarlos de risa. Queda más español, sin duda.
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