Hace unos días cuando empezó el tema este de la Doctrina
Parot y la excarcelación de la terrorista Inés del Rio, me prometí a mi mismo
no decir nada respecto a mi opinión. Uno de los principales motivos de porque
tome esta decisión hace años, fue el recuerdo imborrable de algunas situaciones
que viví durante el año que estuve trabajando en Bilbao. A mediados de los
ochenta y recién cumplida la mayoría de edad, pude ver cosas que escapaban a mi
inteligencia social. Pase de vivir en un pequeño pueblo de Valencia a una gran
ciudad del País Vasco, con valores e inquietudes nacionalistas incomprensibles
para mí. Como estaba trabajando y tenia relaciones con muchas personas, vascas
y foráneas, fui recopilando opiniones, argumentos, excusas y todos los datos que
pude para entender aquellas trifulcas que en ocasiones desembocaban en una
violencia desmesurada. Era normal ver como encapuchados bajaban a todos los
pasajeros de un autobús en una céntrica calle de Bilbao, para después volcarlo
y quemarlo. También era típico ver policía nacional vestida de marrón (aun no
existía la policía autónoma vasca) repartir leña y pelotazos habitualmente.
Al final, solo se me quedo grabado lo que me dijo un
señor mayor que trabajaba conmigo. No era nacido en Bilbao pero llevaba desde
muy pequeño viviendo allí y pensé que quizás mi comprensión sobre aquel conflicto social, debería ajustarse
lógicamente a la de aquel curtido ferroviario.
Un día en uno de esos bares típicos vascos de un pueblo
pequeño de montaña, mientras hacia la toma de su obligatorio vaso de vino,
vimos una de esas trifulcas en una esquina de la barra. Unos cuantos hombres de
distintas edades (algunos como yo) discutían acaloradamente medio en euskera,
medio en castellano. Yo no podía evitar estar pendiente de la discusión, a la
vez que un poco asustado. Lo que no podía comprender era la actitud tranquila y
relajada de mi adulto compañero que tomaba su vino con guindillas picantes
totalmente ausente del vocerío. Me empecé a poner más nervioso cuando pude
entender en aquella discusión, ciertas amenazas y cosas más fuertes aun.
Reaccione y sobresaltado mire a mi compañero. No recuerdo lo que provoco mi
reacción, quizás pensé que se iban a pegar y en el grupo había incluso
ancianos. Mi compañero, sin pestañear, dejo el vaso de vino en la barra y
agarrándome por el hombro, me dijo que
ya había terminado el vino y podíamos irnos. Perplejo, Salí a la calle pensando
que tenía un compañero ciego y sordo. En la calle, mientras nos alejábamos de
la taberna me miro seriamente y me dijo—Mirar y callar--. Me quede igual de
perplejo. Durante la jornada y en sitios más tranquilos, me fue explicando el
porqué de mirar y callar.
Creí entender que el problema era solo entre aquellos que
discutían. Solo ellos opinaban, porque mi opinión podía traerme problemas,
fuera cual fuera. Estaba claro, lo que intentaba decirme aquel hombre es que
podías estar a favor o en contra, pero lo mejor era mirar y callar cuando
estuviera en situaciones semejantes en gran parte del País Vasco.
Lo pienso ahora y suena ridículo, sobre todo porque
estamos en un estado de derecho y además pienso que una actitud tan violenta no
es buena para el entendimiento. El tiempo y la experiencia me hacen ver las
cosas claras. Pienso en esos asesinos despiadados, capaces de pegar un tiro en
la nuca o segar sin compasión la vida de 12 agentes de la guardia civil de un
plumazo. Pienso en el miedo de aquellos
que un día salieron de su casa y en la fachada de su casa leyeron que iban a
morir. ¿Pero que somos? ¿Animales? Todos pueden tener su opinión, pero ninguna
opinión se puede defender a tiros o poniendo bombas. ¿Terrorismo? Me parece una
definición demasiado floja para estos actos. Eso es asesinato premeditado.
Acaso Miguel Ángel Blanco, los guardias que murieron en aquel atentado de
Madrid o el resto de las víctimas y sus familiares tenían alguna culpa de que
esos asesinos no pensaran como ellos. ¿Merece morir todo aquel que no opina
como ellos? Estaríamos todos muertos o
asesinados si hubieran tenido ocasión. No es propio de la condición humana.
Bien, como estos
actos supuestamente no corresponden a la condición humana y mucho menos a un
estado de derecho, estos asesinos tienen la suerte de librarse de la pena
capital, principalmente porque la condición humana también indica que nadie
merece morir. Como alternativa y para que paguen por sus actos inhumanos, esta
la cárcel. Pero aquí existe otro vacío legal, se les imponen penas de cárcel de
dos mil y pico años, pero en este país solo se cumple un máximo de 30 años. Si a
eso le sumas los beneficios penitenciarios, los asesinos pueden reducir su
estancia en la cárcel, si estudian o hacen diversas manualidades. Para eso se
aplicó la doctrina Parot, para cambiar el cómputo de reducción de pena al
aplicar los beneficios penitenciarios. En cualquier caso, estos asesinos múltiples
cumplirían un máximo de 30 años en la cárcel, que en mi opinión siguen siendo
pocos para los crímenes que han cometido, pero bueno así es la ley.
Lo más alucinante es que el tribunal de Estrasburgo les
da la razón en un recurso y revoca la
aplicación de la doctrina Parot amparándose en los derechos humanos. Estos
asesinos también podrían haber pensado en los derechos humanos cuando iban a
apretar el gatillo.
Pues ya no voy a seguir con lo de mirar y callar. Como de
momento no soy ciego ni sordo, daré mi opinión sobre este tema cuando me dé la
gana o sea ahora mismo.
Vivimos en un país de locos en el que los delincuentes
son los que mejor conocen la ley y donde los ricos pueden pagar buenos abogados
para interpretar la ley a su manera para librarse de condenas. Los asesinos
múltiples deberían pudrirse en la cárcel. Sin embargo los pobres y honrados lo
llevamos claro, por un despiste tonto sin intención, un día te ves envuelto en
una situación trágica sin haberla buscado.
Lo peor es que lo están convirtiendo en un tema político.
Las victimas no son de izquierdas ni de derechas, solo son víctimas. Se echan
las culpas de la decisión del tribunal de Estrasburgo y se condiciona las leyes
actuales, validando y exculpando interpretaciones jurídicas anteriores. Qué
paradoja, multitud de políticos deberían
estar en la actualidad cumpliendo penas de cárcel, aunque fueran de 30 años máximo.
Quizás no hayan matado a nadie, pero han arruinado la vida de muchos.
Ante todo quiero aclarar que esta es mi opinión y que no
tiene porque ser la única, ni la buena. Pero puedo asegurar que no dispararé a todo aquel que no opine como yo.
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