A finales del año
que recibí el segundo premio en el concurso literario, presentaron otra
convocatoria allá por el mes de octubre. En el acto de entrega del premio que
en realidad pertenecía al 2007, cometí un error muy típico en mí. Dije sin cortarme lo que pensaba. Delante de todos los jefes trajeados
y el ganador de un Goya (cortometraje) que habían invitado al acto. Me pidieron
que escribiera algo como prologo a mi
relato, para confeccionar un libro con
todos los relatos ganadores. El relato pretendía ser una anécdota ferroviaria
pero en realidad era un cabreo ferroviario, que nunca pensé que ganaría nada y
mucho menos, que fueran a hacer un libro. Metí la pata cuando les dije que solo
me había presentado al concurso por la pasta. Que querían, era la verdad.
Posteriormente fui aprendiendo a decir lo que querían oír, pero no sirvió de
mucho. Desde entonces solo me permitieron ser finalista o lo que es lo mismo,
premiado sin regalito monetario. No podían
evitar incluirme en la edición de su libro, lo que me sirvió para aumentar un
poco más mi ego. Cuando todos podían acceder al libro, recibía bastantes apoyos
argumentando que no entendían como podían haber quedado por delante de mí, otros relatos peores. Hay gustos para todo,
pero mi ego es mi ego. Aprendí que si te codeas con gente del mundo
conservador, hay que tener cuidado con lo dices. Piensa bien antes si no
quieres cagarla, pero es que yo no lo puedo evitar, por eso me va como me va.
En los siguientes años me presente a tres convocatorias más.
En la primera ocurrió lo que se puede ver en la foto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario